¿Recuerda lo que dije en la sección anterior?

En apariencia había alcanzado un estado de amor y aceptación por todas las personas, por todos los caminos, por todos los que luchaban en la ignorancia. Estaba trabajando tanto como podía (y aun en mi estado de deterioro físico, el esfuerzo era considerable) para “arreglarle” las cosas a todos aquellos que lo solicitaban. Nunca rechacé una petición de ayuda de nadie aunque pudieran pagar algo o no. No lo hacía “por el dinero”. En cierto sentido, estaba en una situación tan mala como cuando aquella “voz” me había indicado que debía “aprender” acerca del mal.

Bueno, lo estaba intentando. Estaba intentando aprender a cómo identificarlo. Lo que no sabía y estaba a punto de aprender, era que a menudo aquello que se manifiesta como luz y verdad realmente no lo es; es un engaño absurdo. Esta era aún la parte “no aprendida” de la “lección del amor”. Ya había aprendido la lección de que las grandes organizaciones religiosas pueden ser un camino a la destrucción personal, lo que todavía no sabía es qué tan sutil y tortuoso podía llegar a ser este engaño y cómo podían manifestarse estos extremos a niveles individuales.

El significado de esto, en términos prácticos, era que yo había expandido mis conceptos hasta más o menos la versión estándar del “Amor Incondicional” de la Nueva Era, es decir, el amor por todo el mundo y todas las cosas, rodeando al ser con vibraciones de amor y luz por medio de la meditación o afirmaciones diariamente, y más o menos navegando a través de la vida con la convicción de que si se cree firmemente que la finalidad de la vida es amar todo y que todo lo que hay es amor, entonces eso es precisamente lo que se experimentará.

También significa el perdón en términos más amplios: constantemente “cancelar las debilidades de la otra persona” ya que, en el gran esquema de las cosas, ¡nadie tiene en realidad ninguna debilidad! Las personas simplemente son lo que son, y nuestro deber es amarlas y llevarnos bien; ir con la corriente, aceptar todas las cosas y a las personas tal y como son, y en general, ¡abandonarnos todos a una gran orgía de amor y luz! ¿Qué otra reacción cabría esperarse una vez que se ha comprendido que no existe el pecado original, y que todo es uno?

Y eso parece ser lo que mis propias experiencias me estaban enseñando, ¿no es así?

Sí y no.

Pero nuevamente, para dar un ejemplo práctico de cómo se dio la siguiente lección, regresaremos a los eventos de la “escuela”, esto es, mi vida.

Un día después de mi “pequeña conversación con Dios”, mi madre me llamó para que viera una carta que había encontrado en su buzón. Venía de una organización local de pensionados y ofrecía un curso de enfermería doméstica para personas retiradas o con discapacidades físicas que estuvieran buscando una “nueva carrera” y la oportunidad de salir de la casa, realizar una labor útil, remediar el problema del aburrimiento y ganar dinero. ¡Vaya si era una buena oferta! A mi madre le sonaba demasiado buena para ser verdad. Era completamente gratis para los pensionados, todos los suministros requeridos, incluyendo uniformes y transporte gratis de ida u regreso a el sitio donde se impartía el curso. Aquellos que estuvieran interesados debían llamar inmediatamente y reservar un lugar en la clase.

Mi madre estaba bastante emocionada ante la oportunidad de ponerse en acción e incorporarse al mundo de nuevo. Estuve de acuerdo en que si deseaba tener una nueva “carrera” debía de hacerlo. Así que llamó y se enteró de que era una de las últimas personas en ser aceptadas, ya que la respuesta a la oferta había sido poco menos que abrumadora. Y no era ninguna sorpresa.

Aproximadamente una semana después de haberse iniciado el curso, mi madre me comentó que una de las señoras participantes la había invitado a  una “velada” en su casa el siguiente miércoles por la noche, y ella se sentía más o menos obligada a aceptar puesto que la señora en cuestión había estado buscando su compañía durante los recesos del almuerzo y en general, había hecho enormes esfuerzos por mostrarse condescendiente y amistosa. El asunto era que necesitaba que yo la llevara en el auto al domicilio de la mujer. Yo estaba contenta de ver su deseo de ocupar su vida en algo nuevo, así que la ayudaría con sus nuevos pasatiempos. No hay problema.

En esos momentos, después de la experiencia con el Ovni, que había llevado mis problemas de salud a niveles críticos, tenía que ser extremadamente cuidadosa en la manera de administrar mis energías para poder realizar todas las actividades diarias que fueran prioritarias. Aun así, a veces ningún cuidado resultaba suficiente y a menudo me encontraba desprovista de energía por completo. Me había visto obligada a reducir de manera considerable las sesiones de hipnosis y a programarlas con un día de por medio, mismo que empleaba para restablecer mis fuerzas. Además, casi todas las noches sufría de ataques de angina e hinchazón de los ojos y de las membranas mucosas de la garganta, lo cual suponía que era el resultado de una alergia provocada por sobrecarga de actividad. Vivía con el “Benadryl”, el cual aliviaba algunos de los síntomas, pero esto a su vez tenía el efecto secundario de noquearme. No era la mejor manera de vivir. Mi nivel de funcionalidad como ser humano era el más bajo que podía esperarse de una persona… ¡que aún presentaba la equívoca apariencia de funcionar normalmente! Estaba segura de que nadie podría verme y encontrar que algo estuviera mal, pero me encontraba atrapada dentro de un cuerpo que se asemejaba más a una máquina que sufría un corto circuito tras otro y estaba en curso irremediable hacia una falla general de todos los sistemas (obviamente, la posibilidad de que nuevos circuitos se estuvieran formando nunca pasó por mi mente, pero la comprensión de esto llegó más adelante).

Entonces mi madre tenía esta invitación, y yo hice todos los arreglos necesarios para poder suministrarle el transporte. Pero llegado el día, me encontraba con un dolor tan intenso y un agotamiento tan extremo que no veía la manera de poder hacerlo. Mi madre estaba totalmente consciente de mi estado y no insistió más sobre el asunto. En la tarde, me dejé caer en la cama y de inmediato me dormí profundamente. Me desperté un par de horas más tarde y, sorprendentemente, me sentía casi completamente “normal”. Recordé que se suponía que debía hacer algo y miré al reloj, sólo para caer en cuenta de que debía recoger a mi madre y que apenas contaba con el tiempo suficiente para llevarla a su velada. La llamé por teléfono para decirle que me sentía mejor y para asegurarle que iba a pasar a recogerla en unos cuantos minutos.

Cuando llegamos al lugar de la velada, no estaba del todo segura de qué era lo que estaba sucediendo. Había cerca de quince personas de pié y con las manos posadas sobre otros individuos que se encontraban acostados en tres mesas de masajes. Había incienso y música de fondo de la Nueva Era y algunas de las personas tenían los ojos cerrados en estado de tranquilidad meditativa. Por un momento pensé que había entrado a la mitad de una sesión de “imposición de manos” de corte fundamentalista pero en su nueva versión, ¡o algo por el estilo!

Ya que soy una persona que siempre trata de guardar un equilibrio entre la curiosidad insaciable y los buenos modales (lo cual algunas veces crea situaciones hilarantes) me senté después de las introducciones y pregunté acerca de lo que se encontraban haciendo, la idea detrás de aquella curiosa actividad y el procedimiento exacto que estaban siguiendo. No hay razón de andarse por las ramas. Esperaba algo así como: “Estamos rezando”, o “estamos proyectando energías positivas para el bienestar general”, o algo por el estilo. No obstante, la respuesta fue: “Estamos canalizando Reiki”.

Muy bien, ¿Y qué es el Reiki?

Los participantes me relataron la historia completa del Dr. Usui, mientras seguían con sus manos sobre los “pacientes”. Me explicaron cada movimiento y colocación de las manos, y conforme presentaban más y más detalles del asunto, yo me volvía cada vez más escéptica. Es decir, de todos los métodos de sanación que había escuchado o leído, ¡éste tenía que ser sin lugar a dudas el más nebuloso e improbable! Me parecía totalmente ridículo  que alguien pudiera “iniciar” o “sintonizar” a otra persona para darle la habilidad o “poder” de canalizar cierta energía supuestamente milagrosa y que a su vez podía ser transmitida a una tercera persona y tener efectos sorprendentes y poco menos que milagrosos. ¡Lo siguiente que esperaba que dijeran era que el Reiki podía ayudarle a uno a caminar sobre el agua! Cuando salieran con eso, yo ya iba a estar del otro lado de la puerta. Se me instó a “probar”, pero decliné la invitación con diplomacia. Me habría sentido perfectamente ridícula acostada sobre una mesa con cinco personas colocando sus manos sobre mí por 45 minutos. ¡Eso no iba a suceder!

Yo hacía un esfuerzo por ser amable y gentil en medio de mi escepticismo, y muy pronto la conversación dio un giro hacia el tema de la astrología (terreno familiar para mí) y mencioné de pasada que tenía un programa de computadora que hacía muy buenas cartas astrológicas. Entonces la anfitriona de la casa me ofreció hacer un trato… tres sesiones de Reiki a cambio de una carta astrológica.

¿Qué tan obtuso puede uno llegar a ser? Me cuestionaba sobre la inteligencia de esta chica, ¡ya que me estaba ofreciendo varias horas de su tiempo y esfuerzo a cambio de unos pocos minutos de ingreso de datos e impresión! No me parecía demasiado justo, pero pensé que si ella era tan ingenua como para estar convencida de que podía “canalizar energía sanadora” hacia mí a través de sus manos, y estaba dispuesta a tomarse todas esas molestias para hacerlo, estaba de acuerdo. Estaba convencida de que todo sería un fracaso, pero también pensaba que quizás era su manera de obtener una carta astrológica que no podía pagar. Entonces, para no ser del todo despectiva, accedí a su propuesta. Arreglamos una cita para el día siguiente.

Así que ahí estaba yo, en una condición tan deplorable que tuvieron que ayudarme para acostarme en la mesa de masajes que fue instalada en la sala de mi casa. Y más vergonzoso aún, ¡me dormí a la mitad del tratamiento! Cuando puso sus manos sobre mí, lo único que en realidad sentí (y estaba poniendo mucha atención a todo lo que pasaba, si bien tenía una buena dosis de escepticismo), fue una especie de calidez que no parecía ser otra cosa que el calor normal que es evidente cuando una persona posa sus manos sobre otra. No obstante, me aguardaba una enorme sorpresa a la hora de levantarme de la mesa al final del “tratamiento”: ¡casi no podía ponerme de pié! ¡Me sentí tan mareada que me parecía estar completamente embriagada! Cuando traté de dar algunos pasos me tuve que sujetar de los muebles y las paredes para evitar caer al suelo. Tuvieron que ayudarme para llegar a mi habitación, en donde me desplomé encima de la cama y cerré los ojos. Eso no trajo ningún alivio, porque sentía la misma sensación de mareo y resaca que se asocia con una noche de farra. Cuando abría los ojos y trataba de enfocar la vista en el techo o las paredes, todo se movía como si hubiera dado vueltas y caído de espaldas para contemplar cómo el cielo y las nubes no paraban de girar. Estaba realmente preocupada de que finalmente mi sistema se hubiera trastornado completamente, y oraba para que pasara. La sensación de náusea era horripilante. Intenté algunas respiraciones profundas y me concentré en detener el frenesí que había dentro de mi cabeza, hasta que me quedé dormida.

Esa noche dormí mejor de lo que había dormido en los últimos 18 años. Pero no fue sino hasta el día siguiente, cuando estaba vaciando la secadora, que me di cuenta de que mi espalda no me dolía. No sólo eso, a esas alturas del día ya había terminado una mayor cantidad de labores domésticas de lo que normalmente podía realizar. Había estado completando una labor detrás de otra y pasando a la siguiente sin notar alguna cosa fuera de lo común. No fue sino hasta que ya llevaba un buen número de horas ocupada en todo esto, que me di cuenta de que había algo “diferente”. Algo hacía falta. Era el prolongado y usual dolor.

Ahora, para una persona que se ha acostumbrado a funcionar con dolor crónico; que ha debido desarrollar diversas formas para maniobrar a través de la vida cotidiana con constante dolor físico; y que siempre está con dolor,  el caer en la cuenta de una cosa como ésa resultó tan prodigioso, que tuve que sentarme y recorrer mentalmente todo mi cuerpo para verificar que no hubiera algún aguijoneo acostumbrado aquí o allá. Efectivamente, no había ningún dolor. No obstante, estaba convencida de que en cualquier momento iba a ser de nuevo atenazada por algún dolor, así que me incorporé en forma cuidadosa y continué con las labores, haciendo un constante monitoreo de mi condición para detectar el momento en que todo se revertiría a su estado normal. De hecho creo que deseaba que el dolor regresara porque de lo contrario, ¡iba a tener que aceptar que el Reiki funcionaba! Y ciertamente una no podía darle crédito a semejantes disparates… ¡Vaya si estaba en un dilema!

Ahora, algo debe quedar bien claro: estaba totalmente prejuiciada en contra de cualquier posibilidad de que algo como el Reiki pudiera funcionar. Pero algo en concreto estaba sucediendo para lo cual yo no tenía ninguna explicación. Había llegado a estar totalmente convencida de que las experiencias de nuestra vida están íntimamente relacionadas con nuestras más profundas expectativas y convicciones, y que la fe es un elemento integral en todo proceso de sanación. De hecho había estado escudriñando en todos los rincones de mi subconsciente para descubrir el elemento causante de todos mis sufrimientos; lo que me evitaba tener la fe para sanarme. Lo que es más, mi escepticismo hacia el Reiki tenía raíces profundas, aunque de todas formas el Reiki había funcionado. O cuando menos eso podríamos pensar. ¿Qué otra explicación había? De hecho comencé a llorar de gratitud; sólo aquéllos que han sufrido un dolor constante y prolongado pueden entender lo que se siente descubrir que el dolor ha desaparecido.

Pero no bajé la guardia. Aunque tenía un “alivio temporal”, esperaba que el dolor regresara.

Debía recoger a mi hija y mientras conducía de regreso a casa, le conté cómo el dolor había desaparecido y que en mi opinión se debía al Reiki. Ella se rió de mí y me dijo que solamente había funcionado porque yo había creído que funcionaría. Le indiqué que había sido más bien todo lo contrario, y puesto que ese era el caso, ahora me preguntaba qué cosa habría detrás de todo este asunto del Reiki.

No hace falta decir que las cosas siguieron mejorando. Al cabo de una semana y dos tratamientos más, estaba convencida de que lo que fuera que estaba sucediendo en verdad estaba funcionando. Luego de esto comencé a asistir de forma regular a las “veladas”. No solamente había sido curada del dolor de espalda, sino que los ataques de angina disminuyeron hasta casi desaparecer, la inflamación de los ojos y la garganta cedió por completo, mi nivel de energía alcanzó alturas inéditas y yo me encontraba ahora en capacidad de atender a un número mayor de clientes y estar más activa, lo que me sentaba de maravilla. No obstante seguía sospechando que todo esto no era exactamente obra del Reiki en sí, sino de una transferencia de energía que cualquiera podía conseguir con sólo pasar cerca de 40 minutos con las manos colocadas sobre otra persona. Así que, si bien estaba experimentando beneficios innegables, seguía teniendo mi propia teoría acerca de todo el asunto.

Consideraba que era absurdo pensar que una persona pudiera “conferir” esta cualidad casi mágica sobre otra persona, y para probar este punto, estaba ansiosa de que la maestra de Reiki que había iniciado a mis nuevas amistades se presentara en la ciudad para dar una demostración especial, ya que esa había sido justamente la finalidad de las “veladas”: atraer a nuevos estudiantes. Yo me presentaría armada con todos mis poderes de observación y mi escepticismo para esta nueva investigación. Si había algo detrás de todo este asunto del Reiki, yo estaba dispuesta a probarlo. No tenía ninguna intención de creer sin antes tener una prueba más menos tangible.

Cuando llegó el día de la primera iniciación, yo me encontraba ahí, carabina al hombro y con buena dotación de municiones, observando cuidadosamente para desenmascarar cualquier tipo de engaño o disparates que pudieran revelar la verdad: esas personas le cobraban a la gente grandes cantidades de dinero haciéndoles pensar que podían “canalizar Reiki”, cuando el efecto real era simplemente el de un flujo de energía natural que estaba disponible para todo aquél que tuviera la suficiente paciencia como para pararse junto a otra persona con las manos extendidas. Lo único que puedo decir que sentí durante el proceso de “sintonización” fue una especie de flujo generalizado de calor desde mi abdomen y en dirección ascendente hacia mi cabeza, a la vez que un pequeño chasquido en el interior de mi cabeza. Pero la impresión era tan nebulosa que rápidamente la catalogué como una observación subjetiva.

Pero lo que pasó más tarde esa misma noche, fue sorprendente. Se nos dijo que luego de las sintonizaciones el cuerpo experimentaría algunos “síntomas” de ajuste, como sed excesiva e inclusive diarrea. Lo que no estaba esperando era el hecho de que, cuando ponía las manos cerca de alguno de mis niños, podía percibir un inequívoco flujo de calor hacia las palmas de mis manos, similar a la sensación producida por un secador de cabello. Percibía este flujo antes de acercar la mano lo suficiente como para poder detectar el intercambio “normal” de calor entre dos cuerpos. Diría que era claramente perceptible a una distancia de unos 15 centímetros. Había una sensación “magnética” relacionada a este calor; una sensación comparable a la atracción que se siente cuando se colocan dos imanes lo suficientemente cerca uno del otro como para que interactúen entre sí. La primera vez que sucedió, mi reacción refleja fue la de retirar mi mano como si me hubiera quemado, pero luego comencé a experimentar un poco: acercaba poco a poco la mano hasta que podía claramente identificar el punto en que se iniciaba esta sensación de atracción, y luego la movía aun más cerca en pequeños incrementos para percibir el efecto con cada aproximación. No hay duda de que había un efecto, y también los niños podían percibirlo.

Un poco más tarde esa misma noche, estaba sentada en el sofá y mi hijo se sentó en el piso recostándose contra mis rodillas. En ese momento pude percibir el calor comenzando a pasar de mis piernas hacia su cuerpo exactamente como el efecto del “secador de cabello”. Aparentemente el efecto no se limitaba a las manos: ¡todo el cuerpo era susceptible de percibirlo! Muy pronto el calor era tan intenso, dentro de una habitación refrescada por medio de aire acondicionado, que mi hijo se quejó: “¡Mamá, está demasiado caliente aquí!” y se retiró. A estas alturas los dos estábamos sudando.

Transcurrieron varios meses antes de que el “efecto” se disipara finalmente, en lo que concierne a los niños. Supongo que después de un tiempo, los niños se “energizaron”, de manera que ya no “absorbían energía” tan intensamente. Por supuesto, si alguno de ellos está enfermo, se efectúa una “absorción de energía”, pero nada que se asemeje a lo que sucedía en la época de la iniciación del Reiki. (Algún tiempo después, cuando recibí la sintonización del nivel Maestro, las palmas de mis manos literalmente se levantaron en ampollas para luego quedar despellejadas por espacio de varias semanas).

Así que el resultado final fue que comprendí que hay realidades objetivas susceptibles de ser experimentadas sin que se requiera ningún tipo de creencia. Si se conoce lo suficiente acerca de ellas, o se tiene acceso a ellas, es posible descubrir los principios por medio de los cuales uno puede alinear sus acciones para obtener resultados subjetivos.

Pero la idea aquí no es hablar del Reiki. Son las personas involucradas en el asunto, así como las lecciones aprendidas por medio de la relación con ellos. Pero pareciera ser que la sanación que obtuve por medio del Reiki fue un evento fijado de antemano para preparar el terreno en el que las lecciones posteriores se desarrollarían. Este grupo de Reiki era una colección bastante curiosa de individuos. El elemento común, según pude determinarlo, era que todos pertenecían a una iglesia local de corte Metafísico-Espiritualista que había traido al maestro Reiki como parte de su programa de presentación de diversos invitados. Aparentemente este grupo también había organizado seminarios relacionados con otras enseñanzas diversas, y estaba involucrado en la popularización de modalidades tales como el “Huna Hawaiano”, la cirugía psíquica, la Kabbalah, el Tarot, los saunas ceremoniales, y entre las diversas clases que se impartían estaban las de meditación, canalización, chamanismo de los Nativos Americanos, y otras más. ¡Era un auténtico supermercado de golosinas de la Nueva Era!

Ahora, teniendo mi “evidencia” personal acerca de la utilidad del Reiki, estaba bastante ansiosa por ver qué otras cosas había en el menú. ¡Diablos!, si eso había funcionado, quién sabe qué otras cosas me había perdido en los años en que había sido estudiante pero no participante. Un nuevo mundo abría sus puertas enfrente de mí, ¡y yo estaba lista para cruzar el umbral! Nunca he sido una persona muy gregaria ni muy dada a unirme a grupos de ningún tipo, pero esto grupo de Reiki que se reunía todos los miércoles por la noche era tan maravilloso y divertido y había tenido un efecto tan profundo en mi, que ya era hora de enmendar esta curiosa propensión a la soledad típica de mi personalidad. Después de todo, había encontrado “mi grupo”, o esa era la impresión que tenía.

Compartí un poco de mis experiencias relativas a la terapia de “Liberación de Espíritus” con el grupo, y todos asentían en forma sabia, como dando a entender que sabían bien acerca de tales problemas y que el ministro de la Iglesia Metafísica ya les había enseñado todo lo relacionado a ello, indicándoles que sólo debían rodearse de vibraciones de amor y luz y que todo iba a estar bien. Señalé que había un cuerpo serio de investigaciones clínicas que parecían contradecir esto, pero insistieron en que el ministro estaba en lo correcto. Las personas solamente resultaban víctimas de entidades parasitarias cuando no eran lo suficientemente diestras en esto de “rodearse de vibraciones de amor y luz”, y que la única manera de conseguir esto era, por supuesto, aprendiendo la técnica apropiada bajo la tutela de un maestro calificado como la Gran Reverenda Ruth de la iglesia. Parecía ser que la Reverenda Ruth era además una experta en casi todo lo demás, así que yo estaba en extremo interesada en conocer a semejante parangón. No solamente eso, sino que además, la adquisición de la llamada sintonización del Reiki se suponía que “fijaba la dirección del flujo de la energía” en forma tal que ninguna energía negativa podía entrar en el “campo áurico” de la persona. Así yo ya no tendría que preocuparme de entidades parasitarias y cosas por el estilo. Me había convertido en un auténtico “ser de luz” y ninguno de los problemas relacionados con lo más profundo de la psique, así como ninguna forma de manifestación de la oscuridad proveniente del mundo exterior, tendría posibilidad alguna de sobrevivir en presencia de semejante luz. ¡Caray! ¡Menuda ganga! Incluso comencé a entretener la idea de que todo futuro cliente que acudiera a mí para liberación de espíritus debería de recibir la sintonización del Reiki para tener protección infalible de ahí en adelante. ¡Yo tenía deseos de compartir el Reiki con el mundo entero! Entrar en contacto con semejante panacea era suficiente como para atizar el fuego del entusiasmo en cualquiera.

Así que fui invitada a la iglesia. Uno de los miembros del grupo me presentó finalmente a la “Dama Misteriosa”, la Reverenda Ruth. Me sorprendió la actitud de devota adoración que adoptaban todos los miembros del grupo de Reiki una vez entraban en el recinto de la iglesia, y ciertamente no sabía qué pensar de la Reverenda Ruth sentada en su silla de ruedas, pero en el momento en que la miré en los ojos sentí un ligero escalofrío. Creí entrever algo más en esos ojos cuando fijó su vista en mí pero rápidamente la retiró y yo luego desestimé mi fugaz percepción. Seguramente la maestra de todas estas personas maravillosas con las cuales ahora me relacionaba no podía ser menos que una santa. Después de todo, ¿no era ella la fuente que había dado origen a mi salvación, el Reiki?

Lo mismo que en una iglesia ordinaria, el servicio incluía la entonación de himnos, y eso estaba bien conmigo. Mi experiencia como entusiasta cantante de himnos se remontaba a mucho tiempo atrás y siempre había sido ésta la parte que más disfrutaba de toda la ceremonia de la iglesia. El único problema aquí era que la canción particular que había sido seleccionada del repertorio, era totalmente desconocida para todos. No sólo eso: ¡era evidente que la organista tampoco la había escuchado antes! Para empeorar las cosas, la organista apenas tenía los conocimientos más rudimentarios del instrumento, y se demoraba tanto tiempo en colocar sus dedos sobre las teclas en respuesta a la lectura de las notas, que el tempo parecía el de un canto lúgubre de funeral atascado en arenas movedizas. La congregación –casi exclusivamente formada por mujeres– quedaba a la espera de la siguiente nota para poder seguir de alguna manera la melodía. Una vez que la nota venía, parecía ahogarse dentro de un acorde grave similar al gruñido de un elefante en celo, y las voces vacilaban en su esfuerzo por imitar el tono identificado… tan sólo para ver cómo la organista decidía de repente que había tocado la nota equivocada y trastabillaba de nuevo hasta encontrar la correcta, haciendo que la congregación entera jaloneara sus voces a media exhalación para llegar a la nueva nota. ¡Pensé que cuando menos sería improbable que alguien pudiera ser hipnotizado en semejantes circunstancias!

Afortunadamente mi sentido del humor no me había abandonado, no obstante que mi sensibilidad estética estaba siendo agredida hasta un punto en que resultaba verdaderamente doloroso. Puesto que yo no solamente era capaz de leer música sino que además podía cantar, decidí colaborar para mejorar la situación cantando las notas correctas, en el tempo correcto, y lo suficientemente fuerte como para que la gente que estaba cerca de mí pudiera escuchar y seguir la canción. Tenía la esperanza de que esto pudiera ayudar tanto a la organista como a la congregación a salir del trance, y que la pieza pudiera llegar a su debido fin antes de la siguiente era glacial.

Esa parte funcionó relativamente bien, y muy pronto todo el mundo ya había entrado en ritmo. El único problema era que la organista estaba quedando irremediablemente rezagada ante el nuevo ímpetu del coro. La canción pudo terminar con cierta gracia y aplomo, si bien la organista continuaba batallando con los compases que aún le faltaban para concluir. A estas alturas, toda la congregación hacía esfuerzos para no estallar en risa, y muchos lo disimulaban tosiendo sobre sus pañuelos. El pobre instrumento fue torturado por última vez para entregar el acorde de cierre, y todos se sentaron aliviados enjugando lágrimas de risa de sus ojos y esforzándose por estar serios para escuchar la siguiente alocución. Yo tomé asiento y miré alrededor para encontrar la mirada de la reverenda Ruth fija en mí en una actitud tan amistosa como podría resultar la de una serpiente de cascabel enroscada. ¡No había caso en seguir tomándose las cosas con humor! Estaba claro que el humor no era su fuerte.

Una mujer a la que llamaremos “Hillary”, quien canalizaba a alguien que se suponía era un Maestro Ascendido, ser descarnado, o vaya usted a saber qué tipo de entidad, estaba dando el sermón. Se trataba de una dulce viejecita de cabello azul que llevaba un vestido de seda estampado y tenía aires de abuelita. Irradiaba ese calor reconfortante de las abuelas. Había iniciado con fina y trémula voz a hablar acerca del amor, de cómo era menester abrir el “centro del corazón”, y cosas por el estilo. Había ciertas alusiones veladas a las enseñanzas de Helena Blavatsky y de Alice Bailey en su descripción de los “planos” y los “cuerpos” del alma individual. Conforme iba entrando en calor, sus ojos proyectaban cada vez más un brillo de sutil poder. Su voz se hacía más fuerte y más urgente y su mensaje había dado un giro hacia el tema de la “salvación del mundo” por medio de este amor que se supone ha de manifestarse cuando el centro del corazón está completamente abierto y conectado a estos “planos y cuerpos”, que a su vez son activados a través de ciertas actividades aún no del todo especificadas. Mientras proseguía, había comenzado a caminar de un lado a otro de manera muy animada. Cada parte de su cuerpo estaba involucrada en la acción, las palabras y el mensaje. Estaba hablando con todo su cuerpo.

Entonces sucedió algo extraño… de repente, mientras pasaba por el frente del estrado en medio de su animada alocución de amor y luz, se detuvo por un momento como petrificada, y no pudo disimular un ligero temblor antes de volver a sus cabales. Miró a su alrededor hacia todos los rostros expectantes que contenían la respiración; era un frío examen de la situación en medio del sentimiento de febril anticipación que exudaba la audiencia. Su cabeza sufrió un repentino tironeo hacia atrás al mismo tiempo en el que su “controlador” pasaba a tener completo control sobre ella. ¡En ese momento comenzó la batahola!

No tengo idea de quién podría ser ese tipo que canalizaba, pero puedo asegurar que era realmente bueno. Debe haber sido un predicador Pentecostal en su última encarnación porque aquello era como estar en el apogeo de las viejas asambleas sureñas de Renovación de la Fe. Rechiflas, griterío y drama escénico; contoneos, zapateo y golpes de puño en el podio. Sólo había una cosa: el mensaje había cambiado de manera sutil. A esas alturas la mayoría de la gente estaba completamente hipnotizada por el drama dentro del cual habían sido metidos y no se daban cuenta de lo que sucedía, pero yo estaba consciente de la similitud con la iglesia a la que solía ir en compañía de mi ex esposo, donde había sido expuesta a varios predicadores de la misma guisa. Ya había aprendido lo suficiente acerca del “histrionismo” y del viejo síndrome de los “Lobos en Piel de Oveja” como para saber que estaba en presencia de la misma dinámica hipnótica que era común encontrar en la mayoría de las iglesias cristianas.

El mensaje había pasado del amor, la luz y la apertura del corazón, a la culpa y el castigo inminente por no ser lo suficientemente buenos en eso de dar amor y luz y abrir de par en par el corazón, lo cual sólo podía remediarse con mayor asistencia a las clases y sesiones de meditación, y mayor inversión de tiempo y otros recursos (principalmente dinero). Asistir a la iglesia, dar aun más dinero, matricular más clases, y la salvación estaría garantizada. Una fórmula simple. Nada terriblemente inusual. Misma tonada, diferente letra. Luego de que hubo terminado el sermón, un par de personas que asistían a las clases de “canalización” de la reverenda Ruth iban a hacer una “demostración” de sus “poderes”. Una de estas era Trudy. Yo miraba con gran interés para determinar cuán efectivas podían ser esas clases.

Trudy se puso la mano en la cabeza y trató de “sintonizarse”. “Hay alguien aquí que ha recibido noticias infaustas…”, comenzó. Y, como es de suponer, en cualquier situación de grupo ese es un lance que difícilmente dejará de atinar; así que no hubo que esperar mucho antes de que la receptora de una “infausta” llamada telefónica levantara excitada la mano y dijera “¡Sí, sí! ¡Yo!” Acto seguido Trudy se enfocó en esta persona e hizo una serie de pronunciamientos que eran respondidos con un asentimiento de cabeza, o bien, con una mirada de desconcierto.

En realidad fue un acto mediocre de “lectura en frío”. Años atrás yo había invertido una buena suma de dinero tratando de determinar la eficacia de varios “interpretadores de señales” y psíquicos del área. No me tomó mucho tiempo aprender sus sistemas de “lectura de señales” a partir de los gestos, expresiones o respuestas de las personas en una búsqueda gradual de lo que aplicaba o no en cada caso, hasta llegar, al final de este ejercicio de sutil sondeo, a realizar un sabio pronunciamiento final, definitivo y “sorprendente”, acerca de los hechos que perturbaban al sujeto.

Claro está que en muchas ocasiones había notado cómo cierta información parecía ser “recibida” que estaba claramente fuera del esquema de la “lectura en frío”, y que podía ser muy acertada, pero esto no resultaba estadísticamente más significativo o sorprendente que el caso de dos amigos a los que les sobreviene la misma idea al mismo tiempo. Esto no requería de ninguna “habilidad psíquica” especial. Mi criterio era que todo el mundo es en cierta medida “psíquico”, así que ahí no había mérito extraordinario.

El problema surge cuando el sujeto de una lectura “sugiere de antemano” la respuesta esperada por medio de la entonación de su voz, o por la fraseología particular empleada en la formulación de la pregunta. Esto le permite al interpretador saber qué es lo que el cliente desea escuchar, y luego sólo tiene que alimentar un poco más este “pensamiento deseoso”.

Mientras experimentaba con este tipo de cosas en años más mozos, en docenas de ocasiones encontré que el interpretador era capaz de hacer “predicciones” basadas en lo que el cliente deseaba escuchar, y puesto que se trataba justamente de aquello que el cliente “deseaba” escuchar, la persona que buscaba esta información se sentía en completa sintonía con el interpretador y entonces le atribuía toda suerte de poderes y habilidades que en realidad no estaban presentes. Posteriormente, cuando la predicción NO tenía lugar tal y como se había formulado, el individuo ya había hecho tal inversión de fe en los poderes particulares de su interpretador elegido, que iba hasta los más ridículos extremos con la finalidad de “excusar” la predicción fallida.

Esta es una situación muy común. Dichos “fallos” son las claves que se nos presentan en este tipo de situaciones, a manera de pequeñas “alertas” que nos ayudan a ver el cuadro real de la situación. No obstante, tendemos a ignorarlas, a barrerlas debajo de la alfombra, a excusarlas, para poder continuar creyendo aquello que nos GUSTA creer antes que tener que hacer el esfuerzo de reacomodar nuestro repertorio de creencias para darle cabida a la verdad , ¡por la sencilla de razón de que lo que nos gusta creer coincide siempre con todas nuestras nociones preconcebidas acerca de cómo serían las cosas si fuéramos en verdad los creadores de nuestra propia realidad!

Luego de la pobre demostración de Trudy, otro de los “estudiantes” que no conocía se levantó para realizar otra “lectura”. Por alguna razón me escogió a mí, posiblemente porque era nueva.

Ya hacía tiempo que me había entrenado para mantener una cara inexpresiva y un tono de voz neutral cuando quiera que tenía que verificar las habilidades de algún “interpretador”, así que tuve cuidado de presentar una cara tan informativa como un libro en blanco, al tiempo que suministraba respuestas ambiguas como “tal vez”, o “podría describirse de esa manera”, y otras por el estilo. Al mismo tiempo estaba “internamente abierta a cualquier contacto”, de suerte que si en verdad había un talento verdadero involucrado en esta ocasión, no habría ningún bloqueo deliberado. Estaba resuelta a no obstaculizar la “sintonización”, pero igualmente resuelta a no hacer revelaciones externas.

Para no alargar la historia, la interpretación fue aun peor de lo que pudo haberse conseguido mediante simple adivinación al azar. Definitivamente no estaba nada impresionada con los graduados del curso de la reverenda Ruth.

Luego de este “no-evento”, se formó un “círculo de sanación” en el que los participantes se agrupaban alrededor de la reverenda Ruth y su asistente, realizando imposición de manos, recitando oraciones, y proyectando energías cargadas de “amor y luz”. No había mucha diferencia con respecto a las ceremonias de imposición de manos que se realizan en cualquier iglesia pentecostal, con la evidente excepción de que en este caso la reverenda Ruth parecía “hincharse” como resultado del contacto. No estaba segura de que mis ojos no me estuvieran jugando una mala pasada, pero lo cierto es que todo el mundo estaba completamente exhausto luego del servicio, así que era evidente que algo estaba drenando las energías de los presentes.

De nuevo me preguntaba a mí misma cómo era que un servicio que se suponía debía “alimentar” y “energetizar” a una congregación específica, tenía el resultado opuesto.

Mientras conducía de regreso a casa no escuché otra cosa sino alabanzas hacia la reverenda Ruth y sus “magnánimas obras”. Entonces, una vez que fui considerada parte integral del grupo, presumo que bajo la suposición de que yo había quedado convencida por la reciente demostración, se me hizo confidente de una revelación. Aparentemente la reverenda Ruth tenía un “círculo secreto” dentro del que se admitía únicamente a aquellos que habían demostrado ser “merecedores” de tal distinción, o bien que habían superado ciertas “pruebas” a las que habían sido sometidos en el curso de su “clases”. A los miembros de este grupo interno se les prometía que la reverenda Ruth les revelaría toda clase de importantes secretos. Mi anfitriona ya se había matriculado para la próxima serie de lecciones y sesiones bajo la tutela de la Gran Elegida, con la esperanza de que sería capaz de “pasar las pruebas” para ser admitida dentro del “círculo interno”.

Yo no dije nada, pero sabía que no deseaba regresar a aquella Iglesia ya que me hacía sentir mal y, en el mejor de los casos, era una completa pérdida de tiempo. No podía entender cómo los miembros del grupo de Reiki, que parecían ser bastante más avanzado que otros grupos que yo había encontrado en el pasado, podían estar tan comprometidos con semejante tontería. Pero por otro lado, quizás era yo la que tenía un problema porque resultaba claro que todos los que estaban involucrados en el grupo de Reiki estaban llenos de amor, benevolencia y todo tipo de buenas intenciones.

El grupo de Reiki consistía en una serie de personas de diversas edades y ocupaciones. “Louise”, la mujer que había contactado a mi madre con la invitación original, era una señora entrada en años, con estatus de retirada (de lo contrario no habría podido asistir a la clase), no obstante que físicamente aparentaba ser más joven. No parecía haber pasado de los 35 años. Tenía una figura de portada de revista y una “presencia” tan encantadora y femenina que había que admirarse de su habilidad para “controlar” gente y situaciones sin aparentar ningún esfuerzo en ese sentido. Tenía una voz susurrante que emulaba a la de Marilyn Monroe, una arrebatadora cabellera roja y una piel de alabastro.

Además era la persona que le había presentado la idea original de las clases de Reiki a la reverenda Ruth, luego de haber vivido en Virginia Beach y haber estado relacionada por algún tiempo con el grupo de A.R.E.[1] de esa localidad, donde había aprendido todo sobre el Reiki y había recibido las sintonizaciones. (Se nos insistía en lo afortunados que éramos por haber recibido nuestra iniciación de uno de los estudiantes originales de Takata, ya que el Reiki posteriormente se había dividido en dos ramas, una de las cuales había corrompido las enseñanzas originales de Takata luego de su muerte, pero esa es otra historia). Louise había pasado la mayor parte de su vida haciendo trabajos domésticos en mansiones de la clase alta en el Noreste.

Por otro lado estaban “Trudy” y su esposo “George”, quienes también eran pensionados. Trudy era una mujer alta y enjuta, más parecida a un hombre en muchas de sus características que a una mujer. En un principio pensé que era bastante divertida y cautivadora con sus salidas ingeniosas y humor áspero. Pero conforme pasaba el tiempo, comencé a notar un cierto componente de crueldad en sus observaciones, especialmente cuando eran dirigidas a su marido o cuando conversaban sobre él. Yo lo atribuí a la familiaridad de trato típica de las personas casadas por mucho tiempo. Además, ¿quién era yo para asegurar que él no se había ganado tales observaciones por su comportamiento? ¿Quizás esa era su particular manera de demostrarse afecto? George era un hombre de negocios retirado, dueño de varias patentes y antiguo dueño de varias fábricas. Su esposa había trabajado como secretaria suya antes de casarse, y ambos se habían divorciado de sus respectivos cónyuges para contraer matrimonio. Se les consideraba como los miembros más “acaudalados” del grupo, y por consiguiente tenían cierto “estatus”.

Había otros más dentro de este grupo que no descollaban demasiado, así que no haré mención específica de estos más allá de decir que había unos 4 o 5 cuya presencia era habitual. De estos, dos eran enfermeras y no puedo recordar mayor cosa acerca de los otros.

Luego estaba el contingente de los “jóvenes”, algunos de mi misma edad o inclusive más jóvenes, siendo las más activas “Candy” y “Sandy”. En caso de que el lector no lo haya notado aún, “Candy” es la misma persona denominada “Maryann” en el Libro Uno. Cuando comencé a escribir estas páginas no tenía idea de que iba a terminar hablando de Candy más allá de lo necesario para introducir el tema. No era mi intención ahondar en detalles como en las “claves” encerradas en los nombres. Así que le di un seudónimo que no era más que un nombre inventado. En el caso presente, en vista de que el nombre resultó ser parte de un sistema de claves, me he visto forzada a ser más creativa y seleccionar nombres más “funcionales”, por así decirlo.

Sandy era una antigua cantinera que había “despertado” a los asuntos espirituales luego de la muerte de su prometido. En esa época decidió entrar a una escuela para aprender masaje terapéutico y salir del ambiente de los bares. Hasta mucho tiempo después, no conocí otros detalles de su vida.

Por último, estaban los miembros considerablemente jóvenes, como el caso de “Tim”. Tim era un jovencito que daba la apariencia de ser muy avanzado en el sentido espiritual. Resultaba poco usual ver a alguien tan joven estar tan comprometido con la causa de ayudar a los demás. Declaraba que su afiliación religiosa era hacia la Wicca, lo cual posteriormente probó tener efectos interesantes.

Mientras continuábamos reuniéndonos todas las noches de miércoles para las sesiones de Reiki, tenían lugar una serie de conversaciones por encima de las mesas. Puesto que el Reiki no requiere de ningún estado meditativo ni tampoco de concentrarse en rituales ceremoniosos, quedábamos básicamente libres para ocuparnos de dos cosas a la vez: el Reiki y la conversación. Estas conversaciones abarcaban todos los tópicos posibles dentro del marco de nuestras propias experiencias de desarrollo espiritual. Yo me sentía un poco renuente a hablar de muchas de las mías, pero luego de algún tiempo, me sentí más predispuesta a compartir algunas de ellas con los demás, y sentí cómo comenzábamos a formar un fuerte lazo de confianza y cercanía.

Rápidamente puse al grupo de Reiki al tanto de mis ideas acerca de la canalización y acerca del experimento que llevaba a cabo junto con Frank. Una de las señoras del grupo de los más añosos se pronunció contraria a nuestra selección de la tabla como instrumento de canalización, citando la película El Exorcista como prueba de sus funestas consecuencias.

Yo repliqué citando los hechos del caso real sobre el cual estaba basada la película, que no indicaban que la tabla había sido el principal elemento dentro de la posesión demoníaca, y agregué que la mayor parte del mejor material recopilado en la historia de la canalización o bien había sido transmitido por medio de un instrumento tipo tabla, o bien había tenido su inicio a través de semejante instrumento.

Todo el mundo comenzó a hacer más y más preguntas acerca del experimento, así que les conté todo lo que pude, y hablé además acerca mi trabajo de hipnosis. El tema de hipnosis condujo hacia mis más recientes revelaciones acerca de los Ovnis y de las abducciones, que de alguna manera me habían “preparado” para luego ser “conducida” al grupo de Reiki, y todos encontraron sumamente divertido el hecho de que me hubieran perseguido alienígenas antes de encontrar el Reiki.

Todos la estábamos pasando muy bien, había muchas risas y diversión. Antes de retirarme a mi casa mencioné que si alguna persona estaba interesada en tomar parte en el experimento, sería bienvenida durante la noche de sábado, que era cuando hacíamos contacto. Cuatro y cinco de ellos se mostraron suficientemente interesados como para decidir que querían probar suerte, así que quedamos en que asistirían a la próxima sesión.

Al día siguiente Candy me llamó y sonaba bastante misteriosa; dijo: “Hay algo que debo decirte y no sé de qué manera hacerlo, pero debes cuidarte de Trudy”.

“¿Cómo?”, dije yo. “¿Qué quieres decir?”. ¿Una serpiente en el jardín del Reiki, quizás?

Candy explicó: parece ser que la otra noche, luego de que yo me había retirado, Trudy había hecho unos comentarios bastante cáusticos acerca de mí en términos de que yo era una especie de “sabelotodo” y de que cualquiera que tomara parte en lo que yo proponía ciertamente estaba destinado a ser “embaucado” y ser conducido por el camino de la destrucción. O palabras similares, de cualquier manera. Me sentí terriblemente herida porque no tengo la costumbre de “predicarle” a ninguna persona, pero sí tiendo a abrirme fácilmente y compartir con otros acerca de mis experiencias y acerca de los resultados de las investigaciones de otros autores a los que considero más calificados que yo para emitir opiniones.

“Pero tienes que entenderlo”, continuó Candy. “Trudy es una especie de madre para el resto de nosotros. Simplemente está siendo protectora. Sus intenciones son buenas, es sólo que ella es de la vieja escuela. Creció con Cayce y todo eso. Tiene afición por los mantos largos y los rituales ceremoniosos. Inclusive la reverenda Ruth dice que está siendo preparada para asumir la dirección de la iglesia, así que es lógico que se sienta responsable por todos nosotros y nos considere algo así como sus hijos”.

El punto central de toda la conversación era que Candy me aconsejaba ser cautelosa acerca de lo que hablara en frente de Trudy y los demás, en vista de que todos estaban “chapados a la antigua” y eran de una mentalidad bastante estrecha, aun si en el fondo sus intenciones eran buenas. Se trataba de una maniobra diseñada con la finalidad de no “herir susceptibilidades”. Esto, no hay duda, me resultaba enteramente comprensible y aceptable puesto que formaba parte de la filosofía de aceptación propia de la corriente del “amor y la luz”. Al mismo tiempo, Candy quería participar en el experimento y someterse a algunas sesiones de hipnosis con la finalidad de “acelerar su crecimiento espiritual”, puesto que tenía la idea de que estaba destinada a ser la próxima Jeane Dixon. Aparentemente la reverenda Ruth le había dicho que en su opinión tenía muchas posibilidades de ser admitida dentro del grupo de estudios más profundos, “pero no todavía”. Candy estaba segura de estar lista y de que esto no era más que parte de la misma “mentalidad estrecha y anticuada” de parte de los del grupo de los viejos que no eran parte del Nuevo Paradigma de almas avanzadas encarnadas en cuerpos jóvenes. Simplemente no entendían la velocidad con que ciertas personas eran capaces de avanzar en las condiciones de “urgencia” del momento presente.

No estaba segura de estar completamente de acuerdo con sus ideas de que se suponía debía progresar con extrema rapidez, pero me reservé toda opinión al respecto hasta no tener la oportunidad de realizar algún trabajo con ella. Pero al menos había una explicación razonable para la curiosa “corriente subterránea” que había sentido en la iglesia: la actitud “anticuada” de los “viejos” hacia el contingente de los “jóvenes”. Tenía sentido. Finalmente podía dejar de preocuparme acerca de las pequeñas “inconsistencias” detectadas. Además ahora sabía que Trudy estaba sumamente involucrada con los asuntos de la iglesia. No sabía cómo tomarme la observación acerca de los “mantos largos y los rituales ceremoniosos” puesto que aún no había sido testigo de ninguna cosa por el estilo, pero no le di demasiada importancia al asunto. Otra de las cosas que resultaba sumamente clara como resultado de la conversación era que Candy deseaba ser mi amiga y tener una relación más cercana que el simple encuentro semanal en el marco de las reuniones de Reiki.

¡Candy me parecía muy divertida! Siempre estaba riéndose, bromeando o haciendo parodia de los pequeños defectos de las demás personas de la manera más cómica. Podía ponerse a contar una historia y no había cómo evitar el tener que sujetarse los costados por la risa que provocaba, mientras las lágrimas rodaban mejilla abajo ante semejantes retratos de las egocéntricas pequeñeces de la gente. Siempre tenía cuidado de introducir cada imitación con la aclaración de que “ya sabes que adoro a fulano de tal, pero…” Todo era sana diversión y nunca demostraba tener malas intenciones.

No obstante, yo comenzaba a preguntarme… si decía todas esas cosas acerca de las demás personas, ¿podía estar diciendo cosas similares acerca de mí?

¡Por supuesto que no! Candy era mi amiga. Teníamos una afinidad especial de la cual daban fe los muchos eventos sincrónicos que tenían lugar a diario cuando quiera que nos encontrábamos juntas. Yo podía estar hablando de algo con otra persona, cuando súbitamente Candy me telefoneaba y comenzaba a hablar exactamente de lo mismo. Cuando hablábamos por teléfono, había extraños ruidos y zumbidos en la línea, y luego de que hubiéramos comenzado a investigar los parámetros de sus experiencias de “abducción extraterrestre” por medio de hipnosis, bromeábamos diciendo que probablemente el gobierno tenía intervenida la línea telefónica y “espiaba” nuestras conversaciones. Yo reía ante la idea de que alguien se tomara la molestia de intervenir la línea para verificar lo que sabíamos acerca de los “extraterrestres”, porque ciertamente era muy poco lo que sabíamos con certeza. Pero Candy estaba convencida de que ella tenía “algo” que ellos querían, que el objeto de toda vigilancia era ella misma. Inclusive estaba convencida de que un hombre con el que había tenido una relación dentro del marco de una posible situación de abducción, más o menos durante la misma época en la que yo había sido dirigida hacia el grupo de Reiki, era con toda seguridad un agente del gobierno enviado para vigilarla de cerca. Por otro lado, sentía que este individuo era su “alma gemela”, y que estaba siendo utilizado como carnada para involucrarla en una especie de conspiración del gobierno, y que era su trabajo “salvarlo” de algún modo.

Durante la siguiente reunión de Reiki noté una clara rigidez en el rostro de Trudy en cuanto entré en la habitación. Se mostraba distante y fría. Puesto que Candy  me había “advertido” ser más paciente y comprensiva, traté de ser especialmente cordial con ella y condescendiente con sus opiniones, al tiempo que procuraba guardarme las mías propias.

Mientras tanto, Trudy y George parecían tener problemas maritales. George había dejado de asistir a las reuniones de Reiki y Trudy se pasaba la sesión entera contándonos todas las formas terribles en que George la torturaba y la hacía víctima de sus juegos de manipulación mediante asuntos de dinero y, en general, de lo harta que estaba de tener que sufrir semejante infierno. Tenía que irse por un tiempo, así que fue a visitar a una amiga.

Poco después, una noche, Louise me llamó y me dijo que quería que las acompañara a ella y a Candy a visitar a George, quien había llamado diciendo que necesitaba a alguien con quien hablar puesto que había sido “abandonado” por su esposa. Nos hizo saber de camino que pensaba que George se había mostrado “demasiado” interesado en su compañía cuando había llamado, así que no quería crear un problema con Trudy al realizarle una visita “privada” a su marido a sus espaldas, y esa era la razón de que nos hubiera solicitado estar presentes.

En el curso de esta pequeña reunión de charla y pizza, George no pudo controlarse y comenzó a llorar y a contarnos la terrible historia del abuso de que había sido objeto en manos de Trudy por largos años… de cómo ella había pasado de una dulce y devota esposa a convertirse en un monstruo abusivo que inclusive lo había amenazado físicamente, hasta el punto de que temía por su vida ahora que estaba envejeciendo y enfermando más. Temía que ella pudiera matarlo para quedarse con su dinero.

Escuchamos horrorizadas todo su relato de los eventos y sus pruebas de que las cosas no andaban bien en aquel hogar. A cada uno de los incidentes que relataba, una, dos, o las tres de nosotras replicaba sugiriendo que tal vez sólo se trataba de un malentendido. Pero él insistía en que su vida corría peligro, de que aquello no era cosa de simples malentendidos.

A cada una de sus quejas, alguna de nosotras proponía una posible solución, pero todas las ideas eran rechazadas por el hecho de que estaba convencido de que Trudy tenía una especie de “poder” sobre él que lo dejaba completamente indefenso; ¡inclusive tenía la sospecha de que podría tratar de envenenarlo! En general, parecía tenerle tanto miedo que no podía hacer otra cosa más que sentarse a esperar el momento de ser asesinado, bien por medio de alguna sustancia o por un acto de violencia. Tal actitud me resultó chocante. No podía entender cómo una persona podía sentarse a contar que su vida corría peligro a la vez que se manifestaba incapaz o desalentada de hacer otra cosa que no fuera llorar. Así que yo le dije que si en verdad creía que corría algún peligro físico, debía buscarse un abogado y cambiar todas las cerraduras mientras Trudy anduviera por los alrededores. Esa ciertamente parecía ser una solución razonable si lo que decía era cierto. ¡Y con cada exhalación nos aseguraba que era cierto!

Así fue que George lloró y al final de cuentas nos aseguró que buscaría un abogado a primera hora de la mañana. Luego de que todas le hubimos expresado nuestra simpatía con fuertes abrazos, nos retiramos para regresar a casa y fin del asunto. Crisis solucionada.

En la siguiente reunión de Reiki, entré en la habitación y cuando Trudy me vio dejó todo lo que estaba haciendo para venirse directo hacia mí. Se paró enfrente de mí y comenzó a denunciar la vil serpiente que yo era, y a decir que cómo me atrevía a sugerirle a su marido que iniciara trámite de divorcio y la dejara puerta afuera de su propia casa. Terminó diciendo que no soportaba estar en la misma habitación que yo, ¡y acto seguido salió como viento huracanado de aquel lugar!

Todo el mundo se quedó perplejo por espacio de un minuto. Miré a Louise y Candy que habían estado presentes cuando dije lo que le dije a George, todo lo cual con toda seguridad le había repetido a Trudy, que a su vez lo había interpretado completamente fuera de contexto.

¡Ninguna de las dos dijo una palabra en mi defensa!

Posteriormente, en privado, me extendieron su simpatía diciendo que no tenía nada de qué preocuparme, que Trudy estaba pasando por un mal momento, pero yo estaba algo confundida al ver que ellas simplemente se habían quedado paradas sin hacer el menor esfuerzo por aclarar el asunto de inmediato, cosa que se pudo haber hecho con sólo señalar lo que George había dicho para provocar semejante reacción. Si Trudy era inocente, como lo estaba sugiriendo, ¿acaso no convenía advertirle de todas las mentiras que su marido estaba esparciendo acerca de ella a los cuatro vientos? Yo estaba sumamente confundida, pero tanto Louise como Candy se mostraban totalmente despreocupadas del asunto.

Al día siguiente Louise me llamó diciendo que se había arreglado una reunión en un restaurante vecino con la finalidad de sentarse con Trudy y “aclarar todos los malentendidos”. ¿Estaba yo dispuesta a asistir?

¡Por supuesto que lo estaba! Detestaba la discordia y las malas interpretaciones y, además, nunca había sido mi intención herir a Trudy. Yo simplemente había respondido a las declaraciones de George de que su vida corría inminente peligro. Si lo que había estado diciendo era verdad, es seguro que debería de haber seguido mi consejo. Pero estaba claro que había una especie de juego aquí, y que ambos estaban arrastrando al resto de las personas a tomar parte de él.

Llegué al restaurante en compañía de Louise y Candy. Trudy ya estaba allí en compañía de otros que aparentemente estaban de su parte, instalados en una gran mesa redonda. Louise nos informó que también había invitado a otra señora que ninguno de los presentes la conocía excepto ella, y que tenía la reputación de ser una extraordinaria psíquica. Pensó que “sería una buena oportunidad” para que todos conociéramos a esta señora, en caso de que accediera a venir, lo cual dudaba, puesto que se trataba de una persona solitaria. Louise la había conocido en el curso de su desempeño como asesora de salud doméstica, y no hacía más que hablar maravillas acerca de las habilidades como “vidente” de esta dama desconocida.

Trudy no profería palabra alguna y obviamente no parecía contenta de estar presente. Yo tampoco estaba terriblemente feliz con las circunstancias, no habiendo hecho más que formular una observación honesta e inocente que parecía haber explotado en mi cara, pero estaba resuelta a hacer todo el esfuerzo requerido para que las cosas regresaran a la normalidad dentro del grupo y para asegurarle a Trudy que, si alguien estaba jugando juegos aquí, esa no era yo. Estaba bastante molesta de que Louise y Candy no hubieran hablado con Trudy para aclararle las circunstancias de la observación que hice y que había provocado semejante revuelo. Si lo hubieran hecho, estaba convencida de que todo disgusto se habría evaporado.

En ese momento, la esperada (y no esperada también) invitada hizo acto de presencia: Jeanie, que es su nombre real, si bien en el momento presente ella ya falleció, así que poco importa si empleo o no su verdadero nombre. Era como una extraña ave tropical que había sobrevolado por algunos instantes antes de decidir tocar suelo en la silla próxima a la mía. Pero justo cuando había comenzado a sentarse, la silla (montada sobre rodines) salió disparada hacia el centro de la habitación. ¡Literalmente tuve que atraparla en el aire para evitar que cayera en al suelo! En su estado de edad avanzada y frágil apariencia, tal caída habría sido completamente desastrosa. Se mostró sorprendida y confundida por algunos instantes, y Candy saltó para recapturar la silla. Nos las agenciamos para poner a Jeanie a buen recaudo, sana y salva en su silla, preocupados de que el susto la abrumaría y la haría soltarse en una letanía de lamentos y quejas tan propias de las gentes en edades avanzadas.

¡Pero Jeanie no se turbó ni siquiera un poquito! Me miró y dijo “¡Ahhhh! ¡Veo toda clase de buenos espíritus alrededor de ti! Vas a hacer grandes cosas. Sí. ¡Grandes cosas! ¡Santo Cielo! ¡Debemos hablar tú y yo! Pero más tarde será. ¡Pidamos ya porque estoy muerta del hambre!”.

Bueno, eso aligeró de sobremanera la pesadez de la atmósfera. De no haber sido por Trudy que se mostraba ceñuda al otro lado de la mesa, lanzando miradas afiladas como dagas en dirección mía y enjugándose una lágrima de tanto en tanto, todos habrían pasado un rato fenomenal.

Finalmente llegamos a discutir el asunto entre manos, y Trudy se mostraba obstinadamente predispuesta a pensar que yo era una persona malévola, independientemente de lo que yo pudiera decir. Esa era la última palabra. Expliqué todos los detalles del incidente, de principio a fin, y mientras hacía eso miraba de tanto en tanto a Candy y Louise esperando una confirmación de los puntos más importantes, de todos los cuales ellas habían sido testigos, pero a todo lo que decían era “sí, parece que fue de esa manera”, o, “creo que pudo haber sido así, pero no alcanzo a recordar exactamente”. Toda la simpatía estaba siendo derramada hacia la “pobre Trudy”. ¡Era algo inaguantable! Nunca antes me había encontrado en presencia de personas tan hipócritas que, asegurando ser amigas, eran incapaces de ofrecer una opinión personal y menos aún contar una serie de eventos tal y como tuvieron lugar.

Pero Jeanie, sentada a mi lado, declaró: “¡Será mejor que crean lo que dice esta jovencita, puesto que puedo ver la luz en ella! Hay una cantidad de buenos espíritus a su alrededor, y si ella dice que eso fue lo que pasó, entonces ¡eso fue lo que pasó!”. Todos tornaron a mirarla un tanto extrañados y optaron por callarse. ¡Ese momento viviría en mi memoria como uno de los almuerzos más extraños a los que haya asistido!

Bueno, finalmente y a regañadientes, Trudy aceptó aplacar su ánimo y desistir de “guardar rencores”, y todos salimos al estacionamiento aprestándonos para regresar a casa. Jeanie se apoyó en mi brazo pidiéndome que le acompañara hasta su auto, y de camino me dio su número de teléfono conminándome a que le llamara justo en el momento de llegar a casa.

Así lo hice. Lo que me dijo es probablemente una de las cosas más extrañas que jamás escuché. Dijo: “¿Viste cómo Trudy hizo que mi silla saliera disparada? Ella no me quería presente, ¡te lo puedo asegurar! Estaba furiosa de que yo hubiera aceptado la invitación. Y por poco no llego. Pude sentir su odio cuando me estaba alistando para salir. Pero el espíritu me dijo que había una razón por la cual yo debía estar presente, así que teniá que hacerlo. La razón es que tú necesitabas un aliado. ¡Ella también te odia! Y está enredada con toda suerte de cosas oscuras. Ese grupo en la iglesia: ¡yo me mantendría lo más alejada posible de ellos si estuviera en tus zapatos!”, y otras cosas por el estilo. Cuando le pregunté qué era lo que estaba sucediendo con todo este asunto del malentendido, ella dijo: “Tienes la luz dentro de ti. Esa es la razón por la que todas esas personas te odian. Cuando la luz aparece en medio de la oscuridad, expone todas las cosas que antes estaban veladas. Ellos no pueden soportar la luz. Harán cualquier cosa para mantenerte alejada. Debes tener mucho cuidado. Hay cosas allí fuera que te pueden causar mucho daño. Yo lo sé con certeza, porque toda mi vida han estado tratando de matarme. ¡Ahora tratan de matarte a ti! ¡Ten mucho cuidado con Louise! ¿Viste cómo se rehusó a decir una sola palabra en defensa tuya? Bueno, eso es porque es una de ellos. Y Candy también. Debes mantener la guardia en alto.”

A estas alturas yo estaba convencida de que Jeanie era una especie de Tía Clara, la del programa de televisión “Embrujada”. Lo que me estaba diciendo simplemente no tenía ningún sentido. Era una verborrea desquiciada. Pero ella era tan dulce y sincera, y su preocupación parecía tan genuina que aseguré que iba a tener el mayor de los cuidados. Le prometí mantenerme en contacto. Le conté a Candy lo que había dicho, y las dos coincidimos que la pobrecita puede haber sido una gran psíquica (tal y como lo había asegurado Louise), pero era evidente que ahora iba cuesta abajo.

Durante esta época Candy y yo nos comunicábamos todos los días. Cuando no nos hablábamos por teléfono ella venía a mi casa y yo dejaba todo lo que estaba haciendo para sentarme a conversar con ella. Realmente disfrutaba de su compañía, y ella parecía disfrutar de la mía, y ambas teníamos una curiosidad insaciable por todo lo relacionado con la investigación de las “abducciones extraterrestres”, así que pasábamos mucho tiempo hablando del tema y comparándolo con las diferentes enseñanzas que la reverenda Ruth promocionaba a través de su iglesia, lo mismo que con cualquier otra información proveniente de otras fuentes diversas. Cuando podía arreglármelas para salir de la casa, visitábamos juntas las tiendas de rocas o las tiendas metafísicas y curioseábamos entre todas las cosas que tenían disponibles, ocasionalmente comprábamos una piedra, un poco de salvia o algún otro “intensificador de energía”.

Pasaron algunas semanas mientras continuábamos asistiendo a las noches de Reiki, y las cosas parecían mejorar, pero aún percibía una corriente subterránea de descontento. Yo hacía mi mejor esfuerzo por derramar tanto amor y luz hacia todos los que me rodeaban como me resultaba posible, y trataba de mantenerme dentro de una “burbuja de amor y luz” para que cada una de mis palabras y acciones nacieran de un lugar de comprensión y amor afincado en el centro de mi corazón. Me sentía muy consternada de que Trudy hubiera resultado herida por mi causa, e hice todo lo posible para compensar la situación. Pero ella comenzó a cambiar de varias maneras; inclusive su apariencia comenzó a cambiar mientras ganaba más y más peso. Al mismo tiempo, su marido parecía decaer y disminuirse en todo sentido. Se lamentaba y quejaba constantemente, y Trudy solo entornaba los ojos en exasperación.

Mientras tanto, Candy y algunos otros asistían a las sesiones experimentales de canalización los sábados por la noche, e incluso si todo lo que hacíamos era charlar con “tipos descarnados”, nos las arreglábamos para pasar un rato divertido. Y todos estaban deseosos por experimentar con el proceso de Liberación de Espíritus, así que una buena cantidad de experimentación e investigación tenía lugar al margen del grupo de Reiki. Dos eventos en particular sobresalen como resultado de todo esto, y cabe incluirlos aquí.

El primero es una llamada telefónica que recibí una noche de parte de Tim, el jovencito que formaba parte del grupo local de Wicca. Estaba en un estado de completo pánico. Había estado ejecutando uno de los “rituales” que le habían enseñado en la cofradía. No sé si se apegó al procedimiento exacto que le indicaron o si había estado improvisando, pero lo cierto es que había hecho correr un poco de agua caliente en su diminuto cuarto de baño para convertirlo en algo parecido a un sauna, y luego había hecho una especie de ritual de conjuración mientras miraba fijamente al espejo (¡no dudo que debe de haber tenido que limpiar constantemente la superficie del vidrio mientras hacía todo esto!). Bueno, lo cierto es que un horrible rostro demoníaco había aparecido en el espejo y le había dicho que era su “compañero” y que ahora iba a divertirse un rato atormentándole, “alimentándose” de él, o algo por el estilo. De inmediato había tenido una sensación de aumento de presión y su corazón había comenzado a latir a toda velocidad hasta el punto de que estaba seguro de que iba a morir.

De hecho me estaba llamando desde el hospital en donde le habían administrado algún sedante y le habían dicho que esencialmente no había nada malo con él excepto que había tenido una especie de reacción nerviosa. Estaba aterrorizado ante la idea de regresar a su casa porque era seguro que allí estaría el demonio, así que pedía le aconsejara qué hacer.

Bueno, yo estaba un poco alarmada de que una cosa semejante le pudiera suceder a un iniciado de Reiki, especialmente cuando tanto él como Candy ya habían recibido sus iniciaciones de segundo nivel. Pero traté de calmarlo y le dije que viniera directo para mi casa, que yo me encargaría de arreglarlo en un santiamén.

Llamé a Candy y le expliqué la situación, y la idea de presenciar su primer exorcismo “real” le pareció sumamente emocionante. Accedió a venir de inmediato.

Hubo una larga espera antes de que Tim apareciera, y cuando lo hizo, su estado era terrible. Nos dijo que de hecho, mientras venía de camino había tenido un accidente: un auto lo había golpeado de costado haciendo girar su auto fuera de control y arrojándolo a una zanja. Estaba seguro de que todo era obra del demonio, y su estado de terror había alcanzado límites de paroxismo.

Lo acostamos sobre la mesa de masajes de Candy y comenzamos a administrarle Reiki para calmarle un poco. Mientras hacíamos esto, toda clase de cosas extrañas tenían lugar dentro su cuerpo. Los músculos sufrían tirones y espasmos en una forma que no era nada normal, mientras repetía que sentía como si alguna cosa “resbalosa” se moviera dentro de él.

Bueno, las dos también estábamos atemorizadas, pero mi experiencia con situaciones similares en el curso de sesiones de hipnosis me había enseñado a mantener la calma y el control de la situación. Le pedí a Tim que dijera exactamente todo lo que había dicho y hecho, y mientras procedía de esta manera su respiración casi había regresado a la normalidad.

Antes de que pasara mucho tiempo ya lo había puesto bajo hipnosis para poder dirigirme a la entidad directamente. Se trataba de un nuevo nivel de terapia de Liberación de Espíritus, con connotaciones, por lo demás, sumamente extrañas. Mientras me dirigía a lo que claramente no era una simple “entidad descarnada” ni tampoco un “espíritu elemental”, sino algo mucho más poderoso, astuto, y desagradable, el pobre de Tim repetidamente se hinchaba y luego expulsaba lo que debía ser el más espantoso gas que uno pueda imaginarse. Este ciertamente no era un caso de encuentro con el alma de un pobre y descarriado individuo que necesita un consejo para “dirigirse hacia la luz” para luego liberar a la víctima. ¡Este bicho no tenía la intención de marcharse a ningún lado! Había sido “invitado”, y todo parecía indicar que le gustaba mucho su nueva “casa”: ¡el desahucio no iba a tener lugar así como así nada más!

Bueno, yo tenía una opinión diferente acerca del asunto y estaba igualmente resuelta a hacer la liberación lo antes posible, así que todo se reducía a ver quién de los dos iba a probar tener la voluntad más fuerte durante la disputa.

Hice el llamado acostumbrado a los “guías” y a los “trabajadores de la luz” de los planos astrales para que se hicieran presentes y asistieran en el proceso de liberar a la víctima, siguiendo los procedimientos estándar. Sin ningún resultado. Realicé la rutina de “en el nombre de Jesús”, que suele funcionar dependiendo de la afiliación religiosa de la víctima. No funcionó. La entidad estaba jaloneando al pobre de Tim y haciéndolo saltar sobre la mesa, constantemente hinchándolo con gas y haciendo que lo expulsara en cantidades que simplemente eran anormales según cualquier criterio patológico. Cuando le ordené a Tim que se uniera a Candy y a mí en un esfuerzo por generar luz y calor para envolver a la entidad, comenzó a quejarse de que se sentía muy “caliente” y empezaba a “quemarse”: suplicó que nos detuviéramos y que lo dejáramos solo. Comenzó a quejarse y lamentarse diciendo que debíamos sentir algo de simpatía y compasión por aquellos como él, ya que esa era la filosofía que habíamos esposado en nuestra rama particular de “amor y luz” de la Nueva Era. Aquello resultaba ser una caricatura de todas las recientes maquinaciones de Trudy y George, y yo no caí en la trampa.

Finalmente le dije a la entidad que simplemente no lo iba a dejar, que no iba a dejar de atormentarlo con luz y calor y que, de ser necesario, íbamos a pasar la noche entera, el día siguiente y todos los días que se necesitaran haciendo lo mismo. Eso pareció surtir efecto: ordené a la entidad que se marchara en términos nada ambiguos, y con un último estertor del abdomen de Tim, seguido de una expulsión particularmente ruidosa de la más horrible emanación sulfurosa, la entidad se marchó y Tim por fin quedó en calma.

Lo saqué del estado de hipnosis y discutimos todo el asunto. Una de las cosas que había dicho la entidad era que inicialmente se había sentido atraído hacia Tim durante una de las reuniones de la cofradía en las que entidades similares solían congregarse, seleccionando su presa, acechándola durante algún tiempo, esperando la oportunidad de poder “conectarse” de una manera más permanente. Ellos tenían la habilidad de “influenciar” al individuo para que realizara ciertos actos que facilitaran la entrada, y aun cuando el individuo podía pensar que éstas eran sus propias ideas originales, en realidad no lo eran. Parece ser que una especie de “contacto mental” es perfectamente factible con vistas a “plantar pensamientos” e “ideas” que posteriormente llevan a una estado de “posesión” más completo.

Bueno, no hay duda de que Tim quedó curado de su afición por la Wicca. A la luz de tan terrible experiencia, no iba a correr el riesgo de regresar a un ambiente como ese para resultar infestado una vez más.

Acordamos mantener todo el asunto en secreto debido a la comprensible sensación de vergüenza que sentía Tim, así como por el hecho de que habíamos estado tratando de “proteger” a Trudy, inmersa como estaba en sus creencias “menos avanzadas”. Candy dijo no poder sobrellevar la idea de que la filosofía del “amor y luz” no fueran la última respuesta a todos los males.

Yo por mi parte estaba preocupada por la implicación de que el Reiki no fuera en realidad tan “poderoso” y protector como se estaba enseñando, y sentí que de alguna manera debíamos comunicar esto a los otros. Candy estuvo de acuerdo, pero me insistió en dejarla hacerlo a su propia manera y en el momento apropiado. Acepté.

El segundo evento trascendente fue directamente estimulado por el incidente con Tim. Candy quería que yo realizara un proceso de Liberación de Espíritus sobre ella, sólo para cerciorarnos de que no hubiera nada malo. Últimamente había estado pasando por una verdadera montaña rusa de emociones, y ahora tenía la idea de que gran parte de esto podía atribuirse a “fijaciones astrales” de algún tipo. Yo acepté hacerlo, así que programamos la sesión para el día siguiente.

Por alguna razón Candy quería que Louise “se incorporara a la acción” y  con ciertas reservas, acepté. Después de todo, Candy era el sujeto, y cualquier cosa que fuera necesaria para que el sujeto se sintiera más cómodo era considerada como deseable. Así que Louise fue informada y luego de expresar interés en tomar parte en su calidad de testigo, nos invitó a hacer la sesión en su propia casa, lo cual de mi parte estaba bien.

Durante la sesión, una entidad parasitaria se identificó a sí misma con el nombre de “Thomas”. Su “historia” era que había sido un practicante de vudú en Haití y que había muerto en manos de un “médico” rival en 1945. Pero el verdadero desconcierto vino cuando declaró haber sido inducido por orden de un “hechicero” a fijarse a Candy, a manera de “canal de control”. ¿Un “hechicero”? ¿Quién, dónde, cuándo?

Se negó a identificar “quién”, y estaba claro que estaba aterrorizado del castigo que recibiría si traicionaba a su “amo”, pero sí reconoció que esto había tenido lugar hace pocas semanas y que Candy conocía a este individuo.

Había otra entidad que se había adherido a Candy a través de las relaciones conyugales con su propio marido, pero se mostró bastante contenta de ser enviada a “la luz”, y no dio ningún tipo de problema.

Había dos víctimas de suicidio que se habían adherido a la primera “frecuencia disponible”, es decir, Candy, en su temor de haber violado un tabú al consumar su propia muerte. Una fuerte creencia religiosa puede resultar tan perjudicial como la ausencia total de cualquier creencia en la vida después de la muerte. También había una víctima de accidente de tránsito, lo mismo que una víctima de disparo. Nunca llegué a averiguar si esa entidad particular estaba involucrada en un crimen o si por el contrario se había tratado de un accidente, porque decidió irse de inmediato hacia “la luz”, luego de haber seguido el proceso con las entidades previas y haber entendido su propia situación. Esto tampoco es algo inusual. Cuando hay adherencias múltiples, estas parecen ser susceptibles de ser influenciadas por las acciones de cada uno dentro de su común hogar/anfitrión.

Tanto Candy como yo habíamos comenzado a entretener la idea de que había algo extraño aquí, y Candy estaba algo perturbada de saber que inclusive ella misma había sido víctima de una fijación como resultado de la intención de “alguien” de ejercer control sobre ella. También estaba enfurecida y resuelta a encontrar a la persona que estaba detrás de todo esto.

Louise, como de costumbre, no expresó ninguna opinión. Sólo repetía “¿no es  sorprendente?” una y otra vez, con una expresión de asombro e inocencia.

Ahora bien, lo que sucedió a continuación tuvo lugar dentro del marco de varias semanas llenas de eventos sincrónicos que sencillamente son demasiados como para enumerarlos. También lamento no haber llevado un diario de eventos puesto que tratar de recordar todas las cosas en su correcto orden no resulta nada sencillo.

Durante algún tiempo –casi dos años– yo había estado tratando sin éxito de conseguir una segunda copia de la obra de Velikovsky “Worlds in Collision” (“Mundos en Colisión“). Había visitado todas las librerías, había llamado a los distribuidores de libros, e inclusive había contactado al editor, quien me había informado que estaba fuera de impresión y sin planes de una nueva edición. Así que había dado vueltas por todas las tiendas de libros usados dejando pequeñas tarjetas para que lo buscaran por mí y me contactaran en caso de que apareciera alguna copia.

Otro evento que sucedió durante este mismo periodo fue algo divertido relacionado con la investigación de un asesinato, investigación en la cual yo había tomado parte durante 1993, la cual relataré brevemente ya que ciertamente fue un tipo de “entrada” para mi despertar sobre la realidad Ovni/extraterrestre.

Mientras nuestro experimento de canalización continuaba, discutíamos las diversas formas posibles de validar o identificar a una “verdadera fuente superior”. Ambos pensábamos que una fuente superior, debido a su Perspectiva Cósmica más amplia y global, podría hacer predicciones sorprendentes que siempre “darían en el clavo”. Pero en un bucle de retroalimentación de prueba a corto plazo, ¿cómo validar dicha hipótesis?

Como relaté en “Los Antecedentes Autobiográficos” en el Libro Uno de La Onda Frank encontró como solución jugar a la lotería, y aunque tuvimos algunos aciertos, usualmente salían en un día diferente a lo pronosticado.

En Enero de 1993, mi viejo amigo Keith[2] murió. Había ido a verlo pocos meses antes y se veía muy mal. Han pasado casi 20 años desde que me senté en su casa y lo observé empuñando una pistola con el propósito de ponerle un límite a su existencia.

Durante  la última visita, Keith parecía cansado y devastado. Me dijo que si tuviera un apagador en la pared que pudiera apagar las luces de su vida del mismo modo en el que podía traer oscuridad a ese cuarto antes de dormir, no estaba seguro si tuviera el coraje para hacerlo. “Hasta ahora me doy cuenta de lo cobarde que he sido toda mi vida” el dijo. La amargura en su voz casi me deshizo. Si era una nueva manipulación o sólo una declaración de los hechos, originada de la gran lucha en su vida, nunca lo sabré.

Cuando su secretaria me llamó y me dijo que había muerto durante la noche del 23 de Enero, sentí como si una puerta hubiera cerrado todo un episodio de mi vida. En su honor, puse una cinta de Puccini. Realmente no era tan mala.

Pocas semanas después, una niña de 12 años de la comunidad fue reportada perdida. Realmente me impactó porque cuando vi la foto en la televisión, ¡se parecía tanto a mi segunda hija que casi me provocó el llanto! ¡Estaba sorprendida por mi reacción emocional! Y quedé aún más sorprendida cuando al ver los

reportes del noticiario, “vi” con el ojo de mi mente que la niña estaba muerta, desnuda, envuelta en plástico, situada cerca de unos pinos. Incluso tuve una “sensación” de su localización.

La visión vino a mí como si recordara una intensa experiencia de mi propio pasado. En mi mente, sentía el calor colándose entre los bordes de las sombras de un bosque de pinos. Sombras abigarradas se movían suavemente mientras el viento pasaba entre las agujas de los pinos. De hecho podía oler la savia de los pinos. El cuerpo yacía casi boca abajo con un brazo bajo el abdomen. Moscas volaban a su alrededor como si reconocieran la carne en putrefacción. No sabía exactamente en donde estaba ese lugar, pero sabía que estaba viendo a la niña perdida.

Me forcé para regresar a mi estado normal de consciencia, como si cerrara una persiana en una ventana, y continué escuchando los detalles de la niña.

Solamente llevaba perdida un día, y bajo circunstancias normales, ninguna investigación sería ejecutada por lo menos hasta 24 horas después. Pero en este caso, la familia conocía a un miembro de alto rango de la comisaría. Debido a su conocimiento sobre la situación y las personas involucradas,  esta persona determinó que se sospechaba un delito. Una investigación completa fue ejecutada a las pocas horas de que la niña había estado ausente.

El nombre del “oficial de alto rango de la comisaría” que aparecía en el reporte, era Henry Smith.[3] El buen Henry. Hijo de una amiga y antiguo jefe de mi madre; dos años mayor que yo. Mientras veía la noticia, quería decirle que no tenía caso buscarla viva. La niña ya estaba muerta.

En algunas ocasiones “sabía” cosas sobre crímenes que leía o escuchaba. Siempre era un destello inicial o una idea, la cual si trataba expandirla, desaparecía. De hecho el hacer “predicciones” era un tipo de “pasatiempo paralelo”, trataba de encontrar quien había perpetrado el crimen para “probarme” a mí misma. En las ocasiones que tuve una impresión inicial, siempre “daba en el clavo”. Pero nunca tuve la oportunidad de compartir la información con nadie que pudiera hacer algo al respecto. De hecho, probablemente no le hubiera dicho a nadie si hubiera tenido la oportunidad, porque no me gustaba ser etiquetada como “fenómeno psíquico”.

El punto es que me guardaba la puntuación para mí misma. Es un juego en donde sólo gano si estoy en lo correcto en cada punto y es seguro que no sabría lo que sé por medios normales. Cuando obtengo la información, es bueno, pero hay momentos en donde no obtengo nada. Es como si algunas personas y algunas situaciones simplemente estuvieran en otro canal.

Pero en este caso podía sintonizarme más claramente que en otros. Tenía una hija de doce años que se parecía. El reportero describió a la niña con una similitud muy cercana a la mía.

Parecía que la niña perdida, la niña perfecta, se bajó del autobús de la escuela y desapareció. No se encontró evidencia física de ningún tipo. Desapareció con sus libros, su mochila y su clarinete. Nadie vio nada inusual, excepto que los niños de la escuela recordaban una camioneta azul en las cercanías. Los detalles de la camioneta azul eran vagos y parecía que no había nada para continuar la investigación. Entonces, le di seguimiento al caso con interés.

Al siguiente día Marcia Matthews llamó. (Este no es su nombre real.) Marcia es una psíquica auto-proclamada, hipnoterapeuta, bailarina de western y una mujer sabia. Fue directamente al grano.

“¿Has escuchado algo de la niña pequeña que se perdió?”

Le dije que sí.

“Bueno, vengo regresando de ahí y me gustaría ver tu reacción.”

“¿Qué quieres decir con que vienes de ahí?”, pregunté.

“Bueno, no exactamente de ahí. Estábamos en la feria, sabes, y parece que los padres de la niña han estado trabajando con un grupo de por ahí. La policía estaba por todos lados. Así que decidí ver si podía sentir algo… hay una camioneta que están examinando… y te digo, cuando me acerco a esa camioneta, ¡me dan escalofríos muy severos! Digo, ¡Hay algo repugnante ahí! Sé que está viva pero ni tiene mucho tiempo. ¡Tengo que encontrarla! Tiene frío y está en un lugar oscuro y su vida pende de un hilo… y te digo, si algunos de esos bastardos no me escuchan, van a encontrar muerta a esa niña.”

“¡Tranquila Marcia!” Ya estaba acostumbrada a que Marcia se emocionara de esa manera. Sabía que si quería entender algo de esta conversación tendría que hacer que se detuviera y comenzara desde el principio.

“Tú y Bennie (el esposo de Marcia) fueron a la feria, ¿correcto? ¿Cómo te involucraste con la policía? ¿Llegaron y te preguntaron si sabías algo?”

“Bueno, no exactamente. Vimos los carteles que estaban pegando por todos lados, sabes, las fotos de la niña. Llegué, me presenté y ofrecí mi ayuda. ¡Les dije que era psíquica y me sorprendí ya que les llamó la atención! De hecho, me invitaron a ver una camioneta que estaba estacionada detrás de la feria, para ver si podía sentir algo. Creen que tal vez uno de los empleados de la feria tuvo algo que ver con esto.”

“¿Por qué piensan eso?”, pregunté pacientemente.

“Porque los padres de la niña pertenecen a una organización cívica y estaban haciendo algo aquí en la feria y la niña pasó mucho tiempo en la feria los últimos días. La policía piensa que tal vez uno de los empleados de la feria encontró su domicilio y la raptó.”

“Y cuéntame de la camioneta,” Dije.

“Bueno, yo quería que tú me dijeras qué percibes.”

“Es blanca, llena de desperdicios, y tiene algo azul en el cofre,” contesté rápidamente. No tengo idea de dónde saqué esa información, pero por otro lado, nunca lo sé.

“Sí”, contestó, “pero qué es la cosa azul.”

“No tengo idea.” Me estaba impacientando. Sabía que la camioneta no tenía nada que ver con la niña perdida y podía percibir otra suposición sin fundamento de Marcia.

“Es una Biblia,” lo dijo intensamente. “¡Una Biblia! ¡Te das cuenta! Y puedo ver a la niña en el suelo encogida con harapos encima de ella y ese hijo de perra llevándola en la camioneta. La violó, la torturó… ¡está hecha un desastre y tengo que encontrarla antes de que sea demasiado tarde!” Marcia estaba comenzando a emocionarse de nuevo, así que la detuve con una pregunta.

“¿En dónde crees que esté?

“No estoy segura, pero sé que es cerca de su casa. Veo una casa bonita –un cobertizo, algo que tiene que ver con agua. Oh Cielos, ¡Está sufriendo!” Podía ver que la conversación no iba a ningún lado así que le dije la verdad.

“Está muerta, Marcia. Desde ayer.”

“No, no lo creo. Está allá afuera llamándome. Iré a dar un vistazo. Este policía llamado J.D. me dio su credencial y voy a buscarla. Hay un camino que llamó mi atención cuando volvíamos a casa. Tengo un sentimiento extraño sobre ese camino y sé que está por ahí. Si no puedo hacer que ellos vayan, yo lo haré. ¡Tengo que encontrarla! Cuando encuentre el lugar, llamaré a J.D. para que envíe refuerzos. Tengo que ir, te llamo después.”

“Claro, mantenme informada.” Colgué el teléfono preguntándome que clase de drama cósmico estaba ocurriendo con este evento.

Probablemente Marcia había llamado a cada psíquico que conocía, para saber sus impresiones y ahora no podía distinguir entre la verdadera intuición y toda la interferencia que estaba recibiendo. El único problema era que la mayoría de los supuestos psíquicos de los alrededores eran astutos “lectores en frío” con muy poca habilidad real. Oh, ocasionalmente tenían un destello, pero generalmente fallaban de manera miserable. Debido a ese tipo de “psíquicos”, no quiero ser contada como una de ellos.

Por los siguientes días me guardé mi consejo. Marcia llamaba con actualizaciones frecuentes de su búsqueda infructuosa. Me dijo que otra amiga de nosotras, Danielle, trabajó con el padrastro de la niña en la planta de recuperación de recursos del condado.

Llamé a Danielle para obtener más información. Todo lo que me dijo fue una repetición de la insistencia de Marcia de que la niña todavía estaba viva, hasta donde ella sabía, la familia era normal y eran felices. Obviamente, había hablado con Marcia.

Le dije a Danielle que estaba segura que la niña estaba muerta. Ella rechazó completamente la idea, pero dijo que el padrastro estaba trabajando en la planta en el momento que la niña desapareció.

Los medios pedían información sobre la niña perdida, manteniendo una envestida de historias sin fin sobre que tan “normales” y “honrados” eran los padres. Por alguna razón, no tuve más ideas. Esa misma noche los padres aparecieron frente a las cámaras para rogar por el regreso de su hija, yo miraba horrorizada. No podía hacer nada más que ponerme en sus zapatos. Le pidieron a cada habitante del condado que buscara en cada edificio que les perteneciera, cada cobertizo, cada estación de bombeo –de nuevo podía ver las influencias de Marcia en acción– no dejar ningún camino sin revisar, ninguna piedra sin levantar.

Hubo algo raro durante la entrevista. Solamente que no podía señalar que era. El padrastro fue el único que habló, mientras que la madre estaba sentada con la cara descompuesta y callada. Me hizo pensar. Pero es fácil criticar. Qué haría yo, no lo sé. No podía ir tan lejos con mi imaginación. Era demasiado terrible.

Llamé a mi amiga Sandra, que tenía un buen puesto en la agencia de servicios sociales en donde trabajé un tiempo hace muchos años. Sandra era extremadamente intuitiva. De hecho, ella más psíquica que aquellas personas que iban diciendo por todos lados que lo eran. Como lo esperaba, ya había echado un vistazo al asunto a través de los documentos de la agencia para ver si encontraba algo particular con esa familia. Lo había.

El rumor dentro de la agencia era que la familia tenía problemas con la niña. Había señales de rivalidad entre el padrastro y el verdadero padre de la niña. Había rumores de que la niña había tratado de huir antes para ir con su padre. Sandra apostaba que el padrastro era culpable. Estaba convencida por lo que había encontrado en los documentos del servicio social que había abuso sexual en esa casa y que una confrontación sobre el tema había llevado a la muerte de la niña.

Como yo, Sandra también sabía que la niña estaba muerta. Señalé que el padrastro de la niña no pudo haber sido parte de eso ya que la niña se perdió cuando él estaba trabajando con muchos testigos como lo afirmaba Danielle. Ambas ponderamos sobre el asunto a la luz de esta información, pero nada más surgió. Definitivamente era un caso extraño.

Me preguntaba qué había en los documentos del Servicio Social. Era probable que el departamento del alguacil estuviera manteniendo en secreto los problemas de la familia. ¿Entonces por qué habían ejecutado una investigación completa sobre el crimen en lo que debió haberles parecido, al principio, como una simple huida de casa?

Algo no encajaba.

Esa noche, traté de meditar y aclarar mi mente de todas las ideas e información en conflicto. Sabía la tortura que sentiría al no saber en dónde está mi hija o si estaba viva o muerta, con seguridad me esperaría lo peor y que la carga de esos pensamientos me volvería loca. Con tan sólo pensarlo, era más de lo que podía aguantar. Comencé a llorar. Silenciosamente le pedía al universo que “¡llevara a la pequeña niña a casa!” Lo repetía una y otra vez: “llévala a casa”. De repente, sentí un que la paz me inundaba y supe que pronto los eventos comenzarían a moverse.

Al día siguiente, estaba tan tensa como si mi propia hija estuviera perdida. Parecía como si todo el condado estuviera conteniendo el aliento. La niña perdida se había convertido en la hija de todos. Todavía estaba frustrada por no tener más impresiones. Pero continuamente “hacía la pregunta”. Lo único que podía ver era un viejo camino que solía recorrer en coche cuando era adolescente –un camino con colinas, curvas, pastizales y ganado. Sabía que ella estaba ahí, en algún lado cerca del camino.

Recogí a los niños en la escuela. Estaban emocionados con la noticia de que habían encontrado a la niña perdida. Su fuente parecía ser un maestro de la escuela cuya hija trabaja en un periódico local. La historia de los niños fue confirmada por un boletín en televisión casi tan pronto llegamos a casa. Un cuerpo había sido encontrado a las afueras del mismo camino que veía en mi mente. No había una identificación positiva todavía, pero todos sabían quién era.

Las noticias de la mañana confirmaron los rumores. La niña perdida fue identificada de manera positiva pero no se darían más detalles hasta que se realizara la autopsia. Todos pudimos respirar de nuevo pero con lágrimas y trepidación. Obviamente había un asesino suelto.

Se intensificaron los ánimos para atrapar al asesino. Todos estaban buscando una camioneta azul que algunos de los niños del autobús de la escuela recordaron ver. Deambulaba de angustia al darme cuenta que el único modo de obtener una respuesta era si alguien conectado al caso “me hacía la pregunta.”

Esta es otra cosa que he notado sobre mis “habilidades”. Justo como el proceso de canalización, Noé tomó lugar sólo como una respuesta a preguntas mentales, muy a menudo no tenía idea de lo que no era de mi incumbencia hasta que alguien que sí era de su incumbencia me preguntara. Cuando lo hacía, la respuesta simplemente venía a mí.

Finalmente, sin poder cerrar mi mente con respecto a este asunto, me senté a escribir una carta. Dirigí la carta a Henry Smith y le pedí que por favor no compartiera con nadie lo que iba a decir. Nunca sabes quién puede estar trabajando en la oficina del alguacil y por sobre todas las cosas, no quería obtener la reputación de fenómeno.

Le dije a Henry lo que había visto hasta ese momento, lo cual había sido preciso, y sentía que podría ver más si tan sólo me lo pedían. Intenté usar diagramas astrológicos sobre este asunto como un método para enfocarme. Tenía la idea que era posible, de este modo, identificar al asesino, o al menos algunas cosas sobre él para producir un perfil específico. Sin embargo lo que ofrecía podría ser mejor que nada. Pero, quería intentarlo.

Realmente no esperaba una respuesta excepto un cortés “gracias, pero tenemos todo bajo control”. ¡Ciertamente no esperaba que el mismo Henry me llamara al día siguiente que envié la carta! Pero lo hizo. Me dijo que había consultado con la familia y, en su nombre, y como amigo de la familia y no como un funcionario público, estaba pidiéndome darle seguimiento al asunto.

El tipo de diagrama que iba a hacer como un dispositivo para enfocarme se llama diagrama de horario. Horario significa “de la hora”. La idea es que cuando se hace una pregunta seria y sinceramente, la respuesta es inherente en el momento que se pregunta. Registré la hora de la pregunta así como también los datos de nacimiento que me dio para los diagramas astrológicos.

Durante la conversación confirmó mi visión: el cuerpo había sido desnudado, había sido limpiado para remover todos los rastros de evidencia, y había sido envuelto en plástico. Señalé que esto indicaba a alguien que conocía los procedimientos forenses y que intentaba, definitivamente, quitar todos los rastros de fibras u otros elementos microscópicos que pudieran haber servido para al menos identificar el lugar del asesinato. No sólo había sido eliminada toda la evidencia cuidadosamente, el cuerpo fue abandonado justo en el límite del condado adyacente, lo cual definitivamente confundía los asuntos de investigación. Henry aceptó esta afirmación.

“¿Irías al lugar a ver si puedes sentir algo más?” me preguntó.

“Henry, ¡Realmente esto no es mi fuerte!”

“Necesitamos tu ayuda Laura. ¿No es un procedimiento psíquico estándar ir a la escena y…?”

“Pero probablemente sólo tuve la idea original debido a mi reacción emocional al ver su rostro,” le dije. “Era tan parecida a mi propia hija que siento que tendré mejores resultados trabajando con los diagramas astrológicos.”

“Entiendo. Pero por la familia, ¿Podrías intentarlo?” Estaba a 30 kilómetros más o menos del lugar en donde se encontró el cuerpo. La distancia no es mucha, pero incluyó manejar mucho tiempo alrededor del área en donde vivía la niña.

No sé que me hizo pensar en la manera en que lo hice, pero así lo hice. Mi objetivo era ver todo a través de la mente del asesino y “entrar” en sus procesos de pensamiento.

Bueno, ese fue un gran error. Sí, tuve las impresiones. Sí, después hice todos los diagramas. Sí, creo que resolví el caso, y los encargados del asunto también están convencidos de que mi solución es la correcta. Pero no hay un solo rastro de evidencia con la cual justificar la acusación, mucho menos un arresto. También es bastante improbable que este individuo mate otra vez.

Pero si lo hace, está siendo observado.

Como resultado de todo este proceso y entrar en la “mente del asesino”, el estrés casi me mata. Todo mi cuerpo se llenó de lo que el médico llamó ascitis, especulando que había dañado mi hígado por tomar nueve pastillas de Tylenol diarias por los últimos siete años más o menos. Mi corazón sufría de reflujo constante, mis riñones habían dejado de funcionar, y estaba tan cerca de la muerte como nunca antes.

El médico quería internarme en el hospital, pero me negué. Recordaba el horror de la muerte de mi abuela, la cual pudo haber sido más pacífica conmigo a su lado. Recuerdo cómo el personal del hospital me privó de los últimos momentos con sus absurdos esfuerzos de resucitación. Si iba a morir, quería hacerlo en casa.

Mi médico, desesperado debido a mi obstinación, me ordenó reposo en cama para descansar completamente por dos semanas o más y me prescribió medicamentos. Estaba seguro que cedería y que me vería en el hospital al día siguiente a más tardar. Yo estaba igualmente segura que no me vería por ahí. Larry (¿Quién es? ¿Mi ex esposo? ¿Un amigo? Es la única vez que mencionaré ese nombre en el Libro Dos) me llevó a casa y fui a la cama. Casi no podía caminar.

Después de unos días de sentirme al filo de la muerte, sin tomar los medicamentos, bebiendo solamente agua destilada, comencé a sentirme un poco mejor. Mis procesos de pensamiento se habían detenido casi por completo debido a la acumulación de toxinas en mi cuerpo, pero pronto comencé a sentir la necesidad de actividades nuevas. Fue en este momento que Frank me trajo la pila de libros sobre Ovnis que relaté en otra ocasión.

No había tenido ningún tipo de relación con el caso del asesinato por varios meses, así que me sorprendí cuando sonó el teléfono un día, y era mi antiguo amigo el investigador privado que había servido de enlace entre mi persona y algunos oficiales de la ley durante la última etapa de la investigación. Tenía una pregunta que hacerme acerca de algo que no tenía relación alguna con el asunto, pero luego me preguntó acerca de una conversación que según dijo tuve con un cierto detective perteneciente a la unidad de homicidios de la policía local.

Bueno, esta conversación nunca había tenido lugar así que le pregunté de qué estaba hablando. Dijo: “Te llamé en octubre pasado cuando él estaba presente aquí en mi oficina, y uno de tus hijos me dijo que estabas en el hospital, así que dejé su número de teléfono y un mensaje para que lo llamaras cuanto antes.”

Nunca recibí ese mensaje. Los chicos deben haberlo olvidado. Así que apunté el nombre y número de teléfono una vez más, llamé de inmediato y dejé un mensaje en la contestadora del detective. Sentía curiosidad por saber qué quería decirme. Su nombre era “Marion Thomas[4] (este no es su nombre verdadero, pero las relaciones entre los nombres ficticios son similares ya que, tal y como iba a descubrir posteriormente, estos eran parte de un “sistema de claves”). Sabía que en el pasado era común emplear “Marion” como nombre masculino, pero no era muy común actualmente, así que me pareció que esto era algo extraño. Además, Thomas era el nombre de mi hermano, y el nombre de su mejor amigo durante la época en que éramos niños era “Thomas Marion”. Todos esos pensamientos recorrieron mi mente en aquel momento.

Me disponía a llevar a mi madre de regreso a su casa, ya que había pasado la mayor parte de la mañana en mi casa, y justo cuando salíamos por la puerta, sonó el teléfono de nuevo. Contesté y era “Marion Thompson”, la dueña de una tienda local de libros usados diciéndome que tenía una copia de Mundos en Colisión de Velikovsky y que era mía por sólo siete dólares. Yo estaba tan contenta que le dije que le pusiera una etiqueta de “vendido”, y que iría de inmediato por él. No fue sino hasta que colgué que me dije a mí misma: “¿Marion Thompson, Marion Thomas? ¿Qué es lo que está pasando aquí?”.

Traté de olvidar todo mientras me dirigía de nuevo a la puerta. Mi madre ya se encontraba esperando afuera.

El teléfono sonó de nuevo. Esta vez casi no lo contesto, pero en el último momento decidí que mejor lo haría. Era mi primo, el que había conocido por primera vez en la reunión de MUFON a la que había asistido luego de mi avistamiento Ovni mientras me encontraba junto a la piscina de mi casa. Él también estaba llamando para decirme que acababa de encontrar una copia de Mundos en Colisión de Velikovsky en una caja de libros que tenía en su garaje. Sabía que yo había estado buscando ese libro ¡y me dijo que era mío si lo quería!

Bueno, ¡en verdad eso era demasiado! Dos “Marions”, dos libros, dos años de estarlo buscando sin descanso, ¡todo en el curso de apenas 30 minutos! Es decir, ¿cuál era la probabilidad de que dos personas llamadas “Marion” me llamaran con sólo algunos minutos de separación entre una y otra? ¿Y cuál era la probabilidad de que dos personas diferentes me ofrecieran el mismo libro dentro en un lapso de algunos minutos luego de dos años de infructuosa búsqueda? Pero a estas alturas, estaba comenzando a acostumbrarme a ese tipo de cosas. Significaba que las cosas se estaban poniendo realmente extrañas. ¡Claro que no tenía idea de cuánto más extrañas iban a ponerse!

Era miércoles, noche de Reiki.

Cuando llegué a la sesión de Reiki noté que había un buen número de personas sentadas en el patio de afuera. Al acercarme me llevé una sorpresa al ver que una de ellas era la Reverenda Ruth. También había una mujer pelirroja bastante voluminosa, y un hombre todo vestido de blanco, con pesadas cadenas de oro colgando de su cuello que desaparecían dentro de su camisa parcialmente desabotonada, y no menos ostentosas pulseras de oro en las muñecas. Me dirigí en forma cordial a todos mientras ingresaba en la casa, pero sus respuestas me parecieron muy poco amistosas. Pero mentalmente envié amor en su dirección y cerré la puerta detrás de mí.

La mujer que estaba recibiendo Reiki cuando fui a tomar mi lugar en una de las mesas era la enfermera de un hospicio que había estado sufriendo de numerosos problemas físicos que probablemente estaban relacionados con tensión de trabajo. Se me dio una posición en la cabeza y una vez que coloqué mis manos sobre ella, sentí como si alguien hubiera conectado dos poderosos imanes y, de repente, ¡Bum!, una sensación de tal fuerza que no había experimentado con anterioridad. Y la energía comenzó a manar.

La única manera en que puedo describir mi sensación personal de canalizar Reiki es comparándola con el acto de amamantar a un bebé. En el momento en que se establece contacto, es como si la leche comenzara a fluir, sólo que la sensación se experimenta en los brazos y no en el pecho. Pero es una sensación clara. Puedo sentir y monitorear el flujo constante de la misma forma en que podía monitorear el flujo de leche cuando criaba a cada uno de mis hijos.

Esta mujer en particular, la enfermera del hospicio, ¡estaba absorbiendo energía con tanta fuerza que resultaba doloroso! Me comenzaron a doler las muñecas como si hubiera desarrollado un absceso que requería de ser abierto. Sabía que esto podía tener relación con la operación que había tenido en las muñecas, y que obviamente había algún tipo de “corto circuito” o algo similar, no obstante que hasta la fecha siempre había podido sobrellevar la sensación de incomodidad. En esta ocasión difícilmente podía tolerar el dolor. Me desconecté por algunos minutos para sacudir mis manos y descansarlas, y luego volví a colocarlas en posición. El mismo dolor. Esta pobre mujer estaba descargada de todas sus reservas y yo estaba contenta de poder asistirla de esta manera, aun si la sensación era incómoda. Pronto el flujo comenzó a disminuir y la sensación “magnética” terminó: esta paciente de seguro estaba lista.

Iba a tomar un descanso para beber un poco de ponche y dejar que alguien tomara mi lugar, pero en ese momento el hombre de blanco vino y me dijo “¡no te vayas todavía!”. Louise lo presentó como un “amigo de la Reverenda Ruth” que había venido para probar las bondades del Reiki, ya que padecía un problema de flebitis. Saltó a la mesa con tal habilidad que no me causó la impresión de que tuviera algún problema. Regresé a mi posición en la cabeza como se me solicitó.

No había nada especial con este hombre en términos de consumo de energía. De hecho, no parecía estar absorbiendo nada. No obstante alcancé a olfatear algo de whisky en su aliento y tenía claro por experiencia que el Reiki y el alcohol no se mezclan. He visto a algunas personas ponerse realmente enfermas cuando beben justo después de un tratamiento de Reiki. Pensé en mencionar esto cuando se levantara de la mesa, aconsejándole abstenerse de tocar la botella por algunas horas, pero no me dio la oportunidad de hacerlo.

En cuanto retiramos las manos (había cinco de nosotros en cada una de las mesas), se incorporó con un rápido movimiento al tiempo que giraba en mi dirección. “Esto es para ti”, me dijo mientras extendía su mano y trazaba con el dedo algún tipo de figura sobre mi frente.

Eso es lo que hizo, descrito de manera simple, pero lo extraño fue la manera en que todo sucedió. Es como si todos los presentes se hubieran quedado congelados por un instante casi imperceptible. Y todos permanecieron congelados, hasta justo después de que el hombre ya había cruzado la puerta, cuando el sonido del motor del auto arrancando y saliendo velozmente nos sacó del ensueño. Entonces todos me miraron y comenzaron a hablar al mismo tiempo. “¿Qué fue todo eso?”, “¿qué te hizo?”, y “¿quién era ese hombre y cómo se atrevió a tocarte sin tu permiso?”.

Esto último era el meollo del asunto. Era bien conocido que en las clases de Reiki nadie toca a nadie sin mediar un permiso. Se nos repetía esto una y otra vez, y lo tomábamos con bastante seriedad. Le pregunté a Louise quién era el hombre y declaró no tener idea, más allá del hecho de que lo habían traído la Reverenda Ruth y su amiga. Candy y los demás estaban exclamando su disgusto mientras examinaban la marca dejada sobre mi frente para tratar de ver lo que se había dibujado. Nadie conocía a este hombre y nadie tenía idea del significado de sus acciones. Nadie sabía tampoco a qué se debía la súbita visita de la Reverenda Ruth y sus amigos. Ese era el consenso general.

Luego de que hubo menguado la alharaca, retornamos a nuestro trabajo y yo me rodeaba mentalmente con amor y luz segura de que, quien quiera que haya sido el hombre y cualquiera que haya sido la intención de sus acciones, no podría penetrar mi escudo de luz. Esa noche, cerca de la medianoche, me desperté con tal dolor que creí que estaba sufriendo de un ataque al corazón. No solamente sentía como si un elefante se hubiera sentado en mi pecho, sino además como si el poste de una baranda se me hubiera encajado justo debajo de la clavícula, al tiempo que la “dama de hierro” de la tortura medieval me aprisionaba y poco a poco me sacaba hasta el último aliento de vida. Desperté a mi ex esposo y de inmediato me llevó a la sala de emergencias.

En cuanto llegamos al hospital, la presión y el dolor comenzaron a ceder, pero con los síntomas que yo describía me internaron de inmediato. Puesto que parecía que mi condición se había estabilizado, no hubo una movilización de emergencia (es decir, nadie sacó las almohadillas eléctricas y la máquina de resucitación), pero aun así se apresuraron a “prepararme”. El doctor dijo que debían darle permiso para realizar algunos exámenes y mantenerme en observación por algunos días, así que accedí. Estaba bastante asustada por la reactivación de una condición que consideraba curada tiempo atrás. Pero cuando la enfermera entró con el carrito de la sonda intravenosa y comenzó los preparativos para insertármela, una voz tan clara y poderosa como cualquiera que pueda recordar, habló en mi cabeza diciendo que si permitía que me metieran esa aguja en el brazo, sería el instrumento de mi muerte.

Mi mente racional y consciente de inmediato replicó con “¡eso es una completa tontería! ¡Estás siendo presa de un ataque de paranoia y has leído tantas cosas extrañas durante tanto tiempo que no es de extrañar que tu juicio se haya visto afectado!”

Entonces sentí una ola de calor, y la certeza de que moriría si me quedaba en el hospital surgió de nuevo acallando todo argumento consciente. Por un momento me sentí en un estado esquizofrénico completamente, pero además estaba el asunto de cómo me iba a zafar del predicamento en que me encontraba. Es decir, ¿cómo se las arregla uno para decir “gracias por querer salvar mi vida, pero no, gracias”? Estaba entre la espada y la pared, y no parecía haber salida.

Traté de convencer a la enfermera de que la intravenosa ya no iba a ser necesaria, pero simplemente ignoró mi objeción diciendo que se trataba de un “procedimiento estándar” y que era necesario hacerlo. No había otra opción.

Le dije que sencillamente no quería una sonda intravenosa, pero era claro que me iba a ignorar.

Rápidamente calculé las posibilidades en mi mente. Sí, podía estar sufriendo un ataque cardíaco, y podía ser el precursor de uno realmente serio. Pero por otro lado, podría tratarse de algo relacionado con el hombre de la sesión de Reiki. Estaba muy consciente de la información que había obtenido a través de las sesiones de liberación de entidades parasitarias de Candy y Tim, pero ¿qué tan confiable podría ser? Una cosa era trabajar con otras personas, cuando no es menester realizar ningún acto físico, y otra muy diferente considerar esta información como absolutamente real y basar en ella la toma de una decisión crucial. Si era en verdad conocimiento veraz, y no tan sólo de “otra capa más de la cebolla”, por así decirlo, si se trataba de información precisa acerca de la manera en que las cosas operan en un nivel “psíquico” que no se puede percibir con los ojos, entonces quizás lo que me sucedía ESTABA diseñado para llevarme hasta el hospital. Y tal vez estaba diseñado de esta manera para que alguna persona dentro del hospital pudiera ser activada para realizar algo conmigo, o “accidentalmente” cometer alguna tontería que resultara en mi muerte.

Al mismo tiempo que pensaba todo esto, recordé el relato de los eventos de mi vida que había hecho Frank, señalando que no cabía la menor duda de que algunas partes eran bastante inusuales y que debía haber una razón detrás de todo ello. Si eso era cierto (y hay que recordar que realmente no había evidencia de ello, excepto por la incierta prueba de que, cuando solicité ayuda para mi salud, fui dirigida al Reiki), entonces podía haber una razón para que algunos individuos o grupos de personas me quisieran “fuera de escena”.

No obstante, a final de cuentas se trataba de una decisión que debía tomar sin que mediara ninguna prueba física. Podía dejarme llevar por la interpretación superficial o “estándar” de los eventos, es decir, que debía estar en el hospital porque bien podía estar sufriendo un ataque cardíaco, lo cual implicaba el riesgo de morir de causas naturales o no naturales; o bien, por otro lado, podía ser “salvada” por la profesión médica.

La otra opción era la de hacer una sutil interpretación de carácter espiritual, tomar en mis manos la responsabilidad de mi propio destino, hacer algo significativo basado en un conocimiento que no estaba sustentado por prueba tangible alguna y, en caso de estar equivocada, enfrentar la muerte. Si tenía razón, el resultado sería diferente. Si esta interpretación era la correcta, con toda seguridad moriría si me quedaba en el hospital.

¡Vaya dilema! Y cada aspecto de mi aculturación y de mi programación social me jaloneaba hacia la interpretación “normal”: tenía un problema de salud y debía ser hospitalizada para que me “salvaran”.

Todas las cosas que había aprendido hasta ese momento, los resultados de mi experimentación, mi consciencia expandida, todo, podía ser tachado de “subjetivo” o inclusive de “locura”. ¡Cielos, yo misma pensé en ese momento que tal vez yo también estaba loca! ¿Qué cosa se me había metido en la cabeza?

Pero una especie de valor descabellado me invadió. Ya sea que estuviera en lo cierto o no, por primera vez en mi vida tenía que escuchar mis impresiones internas. Si estaba equivocada y moría, que así fuera, ¡pero no sería por falta de valor!

Había tomado una decisión.

Una enorme calma descendió sobre mí y le dije a la enfermera de manera resuelta que podía guardar el equipo intravenoso, que no sería internada. Creo que al principio no me creyó, pero cuando me bajé de la camilla y comencé a ponerme la ropa ella salió en busca del doctor.

El doctor apareció y me dijo “¡está cometiendo un grave error!”, también me dijo que tendría que firmar un formulario de liberación de responsabilidades. Respondí: “Firmaré con gusto. No tengo nada en contra del hospital o en contra suya, pero definitivamente no me voy a quedar aquí y no voy a dejar que metan agujas o medicamentos dentro de mi sistema”. Y sólo por justificarme de alguna manera dije que todo eso estaba en contra de mi religión.

Bueno, esas fueron como palabras mágicas, porque para cuando llegué a la recepción ya tenían listos todos los formularios. Firmé y me fui a la sala de espera para decirle a mi ex esposo que me llevara de vuelta a casa.

El pensó que me había vuelto completamente loca. ¡Lo mismo pensé yo! Pero sencillamente no podía discutir con la fuerza que me impelía dejar aquel lugar.

Me fui a casa, me metí en la cama y comencé a temblar como una hoja ante las implicaciones de lo que acababa de hacer. Había enfrentado y desafiado todos los convencionalismos. Había ido en contra del programa de toda una vida que dictaba la necesidad de estar sometida a un control de un tipo u otro, a ser una “niña buena” y dejar que “el doctor”, u otra figura autoritaria, tomara las decisiones. ¡Luego fui asaltada por tal cantidad de dudas que fue un milagro que no sufriera “el de verdad” justo allí y en ese momento!

Al día siguiente me sentía realmente mal. Estaba débil y presentía que estaba “al borde” de algo oscuro y ominoso. El efecto “empalamiento” era leve pero constante, la presión no cedía, si bien era menos severa que la última vez, y el elefante sentado en mi pecho había perdido un poco de peso. Cuando me dirigía a la cocina para tomar un poco de agua, miré hacia afuera y vi que la piscina estaba verde: se había convertido en una “sopa de alverjas” de la noche a la mañana.

Esto incrementó mi pesadumbre y le pedí a mi marido que llamara para que alguien viniera a examinar el agua. Así lo hizo. Luego de haber tenido que desembolsar varios cientos de dólares en químicos y tratamientos especiales el resultado seguía siendo sopa de alverjas.

De alguna manera sabía que la condición del agua de la piscina era simbólica de mi entorno físico y del estado de mi propio ser interior. Sufría de una “invasión” de “limo” psíquico y estaba claro, a juzgar por el hecho de que no respondía a ningún tratamiento ordinario, que librarse del mismo iba a requerir de cierto trabajo adicional.

En esos momentos Candy llamó y le comenté lo que estaba sucediendo. Se mostró intranquila y comprensiva y dijo que iba a tratar de averiguar algo acerca del hombre que había asistido a la sesión de Reiki. Luego me llamaría para reportar.

Mientras tanto, Tim llamó con deseo manifiesto de hablar acerca del incidente en la sesión de Reiki. Estaba tan afligido por todo como yo lo estaba.

Tim tenía muchas sugerencias para “limpiar” mi entorno psíquico y se ofreció a venir cuanto antes. También tenía deseos de ver por sí mismo la situación con el agua de la piscina. Yo estaba abierta a cualquier ayuda, así que le dije: “Seguro, ven de inmediato”. Tim vino y echó un vistazo a la piscina y realizó ciertos rituales que se suponía iban a “limpiar el ambiente”.

Nada sucedió. Yo seguía teniendo a la “dama de hierro” ceñida contra mí en fuerte abrazo. Supongo que era similar a la sensación de estar dentro de una cámara presurizada.

Candy llamó de nuevo. Me dijo que había logrado sacarle cierta información a la asistente de la reverenda Ruth, y tal parecía que nuestro caballero de la sesión de Reiki era un hombre con reputación de ser adepto de la magia ritual, y se suponía que dentro del círculo de las tonterías metafísicas de todo el estado era algo así como el “Gran Brujo”.

¡Fantástico! Eso no me hacía sentía nada mejor; de hecho, ahora estaba decididamente deprimida ante la certeza de que había gente capaz de hacerme daño cuando yo no les había hecho nada. ¿Qué le había hecho a estas personas para que me odiaran de esta manera? No sólo estaba esta cuestión, sino que además mi mente buscaba en vano una explicación para el hecho de que todo esto había tenido lugar mientras me aseguraba de rodearme de “amor y luz” a granel y estaba constantemente proyectando pensamientos de amor en todas direcciones.

Candy dijo tener la respuesta perfecta para “limpiar las cosas” y se ofreció a venir de inmediato para tomar cartas en el asunto. De nuevo, yo estaba abierta a cualquier sugerencia, así que acepté.

Llegó provista de aceites, velas, sal, cristales y un verdadero cargamento de accesorios metafísicos.[5] Así como lo había hecho Tim, puso manos a la obra. “Limpió” un rincón en el estudio donde acondicionó una especie de altar con velas, vasijas de hierbas, piedras que habían sido “cargadas”, y todo tipo de cosas. Deambuló a lo largo y ancho de la casa quemando aceite, abriendo todas las ventanas y puertas para “airear el lugar” y demás. Me hizo vestirme con un bata suelta mientras derramaba salvia por todo mi cuerpo y luego diseminó humo de incienso por todo alrededor (del tipo que garantiza eliminar todas las energías negativas o se devuelve todo el dinero contra reclamo). ¿El resultado? Nulo. Sin importar que depositara toda mi confianza en estos “rituales” y su capacidad de “combatir fuego con fuego”, todavía tenía un elefante en mi pecho, y la sensación de depresión y falta de aire seguían presentes.

Al día siguiente la piscina todavía era una sopa de alverjas. Envié a mi ex esposo por más químicos. Vaciamos dentro de la piscina de 15,000 galones cloro y alguicidas suficientes como para limpiar una piscina olímpica cuatro o cinco veces más grande. Dejamos la bomba constantemente encendida, limpiamos el filtro una y otra vez, dejamos correr de nuevo el agua, y repetimos todo el proceso varias veces a lo largo de 24 horas.

Sopa de arvejas. El técnico de piscinas dijo que parecía que tendríamos que vaciar toda el agua y comenzar de nuevo con agua limpia.

Día tras día luchaba por funcionar en medio de una terrible opresión en mi mente. Sentía como si estuviera herida y una manada de lobos estuvieran rodeándome lentamente, acercándose cada vez más, olfateando y probándome, esperando que la debilidad me robara todo el poder de resistencia, en cuyo momento sólo tendrían que saltar hacia mí y destruirme.

Con el amanecer de cada día era lo mismo: más sopa de alverjas, más químicos derramados, más rituales, oraciones y “limpias” dentro de la casa y sobre mí. Se invirtieron horas interminables en erigir toda suerte de barreras psíquicas de amor y luz a mi alrededor y alrededor de la casa. Probamos con espejos psíquicos, desligamiento de conexiones psíquicas, etc. Probamos todo y nada funcionó.

Discutíamos los procedimientos hasta la saciedad. Yo tenía algunas pistas derivadas de mi trabajo con la terapia de liberación de entidades parasitarias, de que el problema quizás estaba relacionado con un “conducto etéreo” de algún tipo que era mantenido en su lugar por la asociación con ciertas personas. Como resultado de mis conversaciones con varias entidades, sabía dónde y cómo éstas habían “invadido” a su anfitrión, y en muchas ocasiones solamente era un asunto de estar cerca de ciertos individuos que a menudo ni siquiera tenían idea de que eran “portadores” o “instrumentos” de contagio. Era como una especie de fiebre tifoidea psíquica. Así que había decidido que, de ser éste el caso, y puesto que no podía ver quién era el “portador”, sencillamente tendría que cortar relaciones con todo el grupo de Reiki hasta que estuviera lo suficientemente fuerte como para poder experimentar individualmente y lograr ver quién era el canal de ataque.

Esta fue una decisión difícil ya que realmente me agradaban esas personas y siempre pasábamos juntos un rato formidable. Por supuesto, el incidente con Trudy me inclinaba a pensar que quizás ella era de hecho el canal de ataque, pero eso significaba que cualquier persona que tuviera relación con ella y conmigo, podía a su vez “transmitir” la “infección”.

Candy y Tim estaban de acuerdo con esta evaluación y todos decidimos dejar de asociarnos con el grupo hasta que pudiéramos realizar algunas pruebas. Los tres habíamos experimentado problemas de un tipo u otro como resultado de la relación con gente que a fin de cuentas no “era lo que parecía”, pero en mi mente todavía persistía la cuestión de si esto había sido un proceso deliberado o no. Aparentemente, según se podía inferir por la evidencia, ¡el proceso ni siquiera tenía que ser consciente!

Pero esa fue otra de las decisiones que iban en contra de los dictados de la filosofía del “amor y luz” y de aceptar las cosas con “amor incondicional”. También iba en contra de la programación social y de los preceptos culturales asiduamente inculcados de “compromiso” y esforzarse por “llevarse bien” y cosas por el estilo. Pero yo debía hacer algo si quería tener tiempo para descubrir la verdad detrás de todo este embrollo, y esa parecía ser la estrategia de acción más segura por el momento. Entonces, tomé la decisión. Bloqueé de mi mente la existencia de todas esas personas, resuelta a ni siquiera hablar con ellas hasta que pudiera tener mayor seguridad de lo que estaba sucediendo.

Esa noche tuve un sueño.

En el sueño había una piscina. Un automóvil había caído dentro de la piscina y yo estaba angustiada por no saber cómo me las iba a arreglar para sacarlo de ahí. Apareció una mujer que parecía tener algún tipo de parentesco conmigo, si bien no sé exactamente cuál. Ella hizo que una grúa viniera y sacara el vehículo y luego me ayudó a drenar la piscina, cepillar todo el fango, aceite y gasolina, hasta dejarla limpia y enseguida, una ola de agua llegó desde el océano que se encontraba próximo y llenó por completo la piscina con agua cristalina.

Me desperté y pensé en el significado ese sueño tan extraño. Me había dejado con un sentimiento positivo, así que salté fuera de la cama sintiéndome mejor. La presión había desaparecido, y mi respiración ya no se dificultaba. Me fui a la cocina, y cuando miré por la ventana, vi que la piscina se había limpiado. Me quedé parada mirando con absoluto estupor. Habíamos invertido tal fortuna en químicos que ya había desistido de pensar que íbamos a poder limpiarla, pero allí estaba, con el agua tan clara y transparente como la piscina de mi sueño.

En ese momento Tim tocó a la puerta y yo lo dejé entrar mientras le comentaba que la piscina estaba completamente limpia. Se puso eufórico y corrió a echar un vistazo. Meneaba la cabeza de un lado a otro mientras contemplaba el estado del agua y repetía “no puedo creerlo”. Él había estado ayudando con la aplicación de los químicos, la limpieza del filtro y todo lo demás, a la vez que realizaba una y otra vez sus actividades de “limpieza espiritual”, así que sabía muy bien todos los esfuerzos que se habían realizado y cómo habíamos llegado al punto de tirar la toalla. Estaba tan sorprendido como yo del súbito giro en los acontecimientos. Le conté de mi sueño y de lo intrigada que estaba con su significado exacto, así como de la identidad de esta “pariente” que había acudido a mi ayuda.

En ese preciso momento Candy llamó con noticias propias. Acababa de recibir una llamada de uno de los miembros de la iglesia Metafísica, quien le había informado que la asistente de la reverenda Ruth y el Gran Brujo habían tenido un accidente de tránsito la noche anterior. Ambos estaban en el hospital y la reverenda Ruth solicitaba que “eleváramos nuestras plegarias” por el bien de ellos. Le dije a Candy que esta noticia del accidente me resultaba sumamente extraña a la luz de mi sueño, en el que un automóvil caía dentro de la piscina, misma que ahora se encontraba completamente limpia. Aún más, el elefante finalmente se había retirado de mi pecho. ¿Había alguna relación entre el sueño y la solución del problema de la piscina, el alivio final de los síntomas del “ataque” y mi decisión de romper contacto con el grupo o algún miembro en particular del mismo?

Era posible. Pero esto me forzaba a considerar ciertas ideas que simplemente resultaban extravagantes. Parecía que el rodearse a uno mismo con amor y luz a final de cuentas no resultaba ser tan eficaz como se pretendía, especialmente en medio de ciertas circunstancias particulares. ¿Podría ser que la “burbuja de amor y luz” resultara más bien ser una especie de “inhibidor” que impedía el acceso al conocimiento así como al crecimiento espiritual?

Ahora me resultaba muy claro que las personas que estaban viviendo dentro del capullo de sus creencias tenían tantas probabilidades como cualquier otra de sufrir una fijación, o ser “usado” por fuerzas oscuras o “tipos muertos”. Quizás incluso una mayor propensión. La razón podía ser su renuencia a creer en tales posibilidades, y debido a esto no tenían el ímpetu por aprender que no sólo era posible, ¡sino también que les estaba sucediendo a ellos! Como reza el viejo dicho: “Lo único que se requiere para que el mal triunfe es que los buenos no hagan nada por evitarlo”. Aquí teníamos un perfecto ejemplo de la validez de tal afirmación. Cuando una persona se encuentra encerrada dentro de un sistema de creencias pierde la capacidad de ver las cosas de una manera objetiva. No cuestiona sus observaciones o la naturaleza de sus experiencias de una forma “abierta”, y más bien interpreta ambas de acuerdo a su sistema de creencias sin admitir siquiera la opción de otras explicaciones. Aquellas clavijas cuadradas que no calzan dentro de los agujeros redondos simplemente son descartadas y barridas debajo de la alfombra.

También era evidente que muchas personas se presentaban a sí mismas como “trabajadoras de la luz”, cuando de hecho no lo eran. Quizás esa es la imagen que tienen de sí mismos dentro de su mente consciente, pero a un nivel más profundo, algo está sucediendo que amerita una observación astuta con vistas a discernir la verdad de los hechos, y en honor a la verdad, yo no sabía cómo interpretar todo el asunto. Aún más, me parecía que con cada paso que daba, las circunstancias me conminaban a elegir cuidadosamente las cosas que debía o no hacer con base a un nivel de entendimiento sumamente sutil. Pero eso parecía guardar relación con el hecho de que yo estaba constantemente cuestionándome todo. No estaba estancada en una creencia.

Todavía quedaba un asunto preocupante: Candy. ¿Cómo podía ser que pudiera permanecer sentada sobre la cerca de la ambigüedad? ¿Cómo era que podía tener fácil acceso y contacto con todas estas personas? Traté de apartar semejantes preocupaciones, pero sabía que eventualmente requerirían de una explicación satisfactoria. En cierto sentido, en ese punto de mi vida erigí un escudo mental en contra de ella y me abstuve de confiarle tan abiertamente todas mis cosas.

Mantuve mi relación con Candy por algunos meses más, hasta el comienzo del contacto con los Casiopeos, mientras ella me aseguraba que “tenía todo bajo control”. Los Casiopeos me decían otra cosa, pero en ese punto de mi vida no sabía qué creer.

Ella pasaba mucho tiempo con un supuesto investigador del fenómeno Ovni que iba a “escribir un libro sobre su caso particular” y (según se sugería) la iba a hacer famosa. Hice algunas indagaciones acerca de este tipo por medio de mi amigo el investigador privado y encontré no sólo que sus credenciales eran dudosas, sino que además los investigadores legítimos dentro del campo no querían tener nada que ver con él. Cuando le comenté esto a Candy, ella parece haber corrido de inmediato a contárselo todo, y éste a su vez la convenció ipso facto de que yo era más bien la persona de la que debía de cuidarse porque resultaba obvio que yo era quien quería utilizar su caso para hacerme famosa como “investigadora del fenómeno Ovni”. Él, por el contrario, solamente “quería ayudar”. Claro está que también quería tener una relación íntima con Candy.

Dirigida por este individuo, Candy se confinó dentro de un círculo de personas que profesaban una devoción tan fanática hacia los “Pleyadianos” de Billy Meier que se había convertido en una especie de culto. Adicionalmente, a estas alturas su comportamiento se había vuelto tan extraño que me sentí en la obligación moral de advertirle acerca de este grupo. Se puso furiosa de que cuestionara sus intenciones. Estaba claro que había un constante esfuerzo de parte del grupo para convencerla de que yo era el enemigo, y nada podía haber estado más lejos de la verdad.

En determinado momento, Candy había descubierto que el vestido que había llevado mientras tuvo lugar su “principal episodio de abducción” había estado tirado en una esquina de su guardarropa sin que nadie siquiera lo tocara. Ella dijo no haberse sentido capaz de lidiar con el asunto a causa del desasosiego emocional que le había producido el evento. Le sugerí que lo metiera dentro de una bolsa plástica y lo guardara hasta que yo encontrara la manera de que alguien lo examinara en busca de cualquier rastro que pudiera arrojar algo de luz sobre el asunto.

Llamé a mi amigo el investigador privado y le conté los detalles del episodio. Se mostró sumamente interesado en esta “evidencia física”, ya que era susceptible de ser examinada científicamente. Decidió utilizar sus contactos en el Departamento de Policía para arreglar que se enviara a un laboratorio adecuado, pero iba a hacer esto sin dejarles saber que podría estar conectado con un caso Ovni. Coincidimos que ésta era la mejor manera de prevenir una posible “desaparición” de la evidencia.

Llamé a Candy y le dije que había logrado hacer todos estos arreglos, y se mostró entusiasmada y anuente a traer el vestido para que yo se lo entregara al investigador. Unas cuantas horas después de haber dejado el vestido en mi custodia, me llamó para preguntar si ya lo había entregado, a lo cual respondí que aún no, pero que justamente me aprestaba a hacerlo. Entonces ella insistió en que NO lo hiciera, ya que su amigo el investigador Ovni le había dicho que él tenía todos los “recursos adecuados” para examinar el vestido, ya que un amigo suyo era un químico que contaba con su propio laboratorio. Yo ya sabía que este tipo era un completo fraude y le advertí que estaba cometiendo un terrible error, que su evidencia quedaría seriamente comprometida si permitía que él se la llevara. Pero ella estaba resuelta a hacerlo. Parecía que de cara a los hechos objetivos ella había escogido tener los ojos completamente cerrados. Vino de inmediato y se llevó el vestido.

Mi primo tenía contactos con muchos miembros del grupo MUFON y me llamó un día para contarme que había una buena cantidad de rumores circulando acerca de este incidente. Parecía ser que luego de que Candy entregara el vestido a su nuevo “gurú” el “ufólogo” él a su vez se lo había entregado a otro individuo que declaraba ser un “científico” y que mi primo conocía bastante bien. Según era de su conocimiento, este individuo a lo mucho había tomado algunos cursos en la universidad, pero definitivamente no era ningún científico; de hecho, se desempeñaba como un simple técnico en una planta de procesamiento de aguas negras, ¡y esa parecía ser su laboratorio!

Efectivamente, Candy había escogido al técnico de la planta de tratamiento de aguas del condado para realizar un “riguroso análisis científico” consistente en dar unas buenas sacudidas a la evidencia sobre una cortina de baño extendida para ver qué salía, antes que someterla a una legítima evaluación científica en el marco de un laboratorio forense de alta tecnología. Difícilmente me lo podía explicar, pero ésa era su decisión.

Yo estaba bastante disgustada con todos ellos, sus juegos de Ovnis y sus constantes maniobras para descalificar a todos los demás.

Por esa misma época se suponía que yo debía ser el centro de una charla bastante anunciada acerca de los Casiopeos en una librería de Indian Rocks Beach, y un par de días antes de que el evento tuviera lugar recibí una llamada de la propietaria de la librería. Estaba bastante alterada y decía haber recibido una llamada anónima de una persona que evidentemente había utilizado algún tipo de aparato electrónico para disfrazar su voz. Esta voz le había dicho que si no cancelaba mi charla sería mejor que se preparara para una ola de “mala publicidad”, porque yo estaba en una lista de individuos que debían ser “eliminados”, y ella de seguro no iba a querer que eso pasara justo en su establecimiento.

Afortunadamente ella estaba más molesta por haber sido amenazada que otra cosa, y estaba dispuesta a correr el riesgo, pero yo por mi parte no estaba dispuesta a correr ningún riesgo, así que llamé a mi amigo investigador y le comenté la situación. Su socio se ofreció como voluntario para ser mi guardaespaldas, y el día del acontecimiento me condujo en su auto hasta el lugar, inspeccionó a cada una de las personas que entraron en la habitación, y quedó todo el tiempo atento y armado para cualquier eventualidad.

Debí reconocer que las cosas se habían salido de control cuando me veía obligada a salir con un guardaespaldas para poder siquiera hablar del material Casiopeo.

No sólo eso, me preguntaba qué era realmente lo que estaba sucediendo. ¿Por qué era que todo el experimento de canalización, una vez pasado cierto punto clave, había incitado una verdadera ola de ataques? Uno podría decir que semejantes acciones de seguro no se originaban en el “bando de los buenos”, así que por eliminación debían originarse en el “bando de los malos”. Y si éste era el caso, ¿cuál era la motivación? La única respuesta lógica era que debía haber una razón por la cual no deseaban que procediéramos con el experimento. Y una vez que se había establecido el contacto, definitivamente no querían que compartiéramos con nadie la información que estábamos recibiendo. Nuevamente me veía forzada a preguntarme: ¿por qué? Y aquí la única respuesta lógica para explicar por qué resultaba tan imperativo callarnos era que estábamos recibiendo información verdadera, ¡o al menos una que estaba preocupantemente cerca de la verdad!

También cabía preguntarse porqué tantas otras fuentes de información canalizada no estaban siendo sometidas a ataques similares. La lógica dictaba que nada de lo que estaban diciendo era significativo o siquiera lo suficientemente aproximado a la verdad como para ameritar llegar a semejantes límites de represión.

Un día, durante una visita de Candy, mencioné todas estas cosas y ella admitió que había continuado participando en el grupo de la iglesia metafísica así como en el grupo de Reiki. Le dije que en mi opinión esa no era una buena idea. ¿Acaso no habíamos aprendido nada de las pasadas experiencias? Entonces ella dijo algo que me sorprendió. Comenzó a decirme lo tonto que le parecía que uno decidiera terminar relaciones con la gente basado en nimiedades tales como los “juegos” que obviamente estaban teniendo lugar aquí. Le recordé que ella no era la que estaba recibiendo serias amenazas en contra de su integridad física. Tuvo que reconocer que esto era así, pero agregó que ella de alguna manera se sentía “protegida” y libre de navegar en aguas traicioneras y coquetear con el “otro lado”. Traté de persuadirla de que bien podría estar siendo guiada hacia una trampa, pero insistió en que esto no era así, de modo que tuve que desistir de hacerle entender mi punto, al menos por el momento.

Al día siguiente una de mis hijas cayó víctima de una fiebre y una alergia bastante severa. La llevé inmediatamente al médico, y el diagnóstico fue Candidiasis sistémica severa.

No requerí de más claves. Cuando Candy llamó más tarde durante el transcurso del día, lamenté tener que decirle que mientras se empeñara en frecuentar “el grupo”, yo no tendría otra opción más que cortar relaciones con ella. No podía correr más riesgos, especialmente cuando estaban involucrados mis hijos.

No hace falta decir que creyó que yo actuaba como una loca dándole cabida a semejantes pensamientos, pero ésta era una decisión que yo debía tomar, y más tarde probaría ser la correcta, pero ésa es otra historia.

Recordemos lo que dije al principio:

“En apariencia había alcanzado un estado de amor y aceptación por todas las personas… En cierto sentido, estaba en una situación tan mala como cuando aquella “voz” me había indicado que debía “aprender” acerca del mal… lo que aún no sabía es qué tan sutil y tortuoso podía llegar a ser este engaño y cómo podían manifestarse estos extremos a niveles individuales.”

Entonces, ¿qué conclusiones podemos derivar de todo esto? Recientemente le pedí a varios amigos que echaran un vistazo a esta narrativa para determinar si su particular análisis de los acontecimientos coincide con el mío. Debo manifestar mi agradecimiento por sus respuestas, que además resultaron tan ingeniosas que no puedo menos que citar algunas aquí. “C” escribe:

Lo que puedo determinar es:

1. La jerarquía del sistema de ataque puede o no resultar evidente para aquellos individuos que fungen como canales de ataque, especialmente en el caso de los que se encuentran en los niveles inferiores de esta jerarquía.

2. El nivel de compromiso puede ser parcial o total: los ataques vienen por un quebrantamiento de la integridad del vehículo seleccionado, y se propagan por contagio o artificio a través de alguna debilidad de la persona atacada.

3. Uno puede observar hilos, pequeñas series de hechos molestos o “diminutas faltas” que se pueden justificar de alguna manera, o bien ignorar, ante la evidencia de otros atributos más positivos dentro de la persona en cuestión.

4. Por otro lado, lo “estrambótico”, o las varias “inconsistencias de la personalidad” no deben necesariamente ser tomados como indicadores de contaminación.

5. La obvia falacia de la filosofía del “amor y la luz” trae a colación un punto que me resulta personalmente interesante y que se relaciona con el punto 3 (es decir, el Perdón).

Sobre el tema del perdón, esto podría convertirse en una reacción automática que podría llegar al extremo de volverlo a uno ciego a la presencia de estos hilos.

Cuando uno se ve enfrentado cara a cara con un ataque, uno debe tener bien claro cuál es la dinámica de la situación, y cuando uno ha concedido el perdón, ya sea de manera consciente o inconsciente, o ha optado por ignorar alguna falta o mal cometido, uno está creando una debilidad dentro de la propia integridad. Y al decir integridad no solamente me refiero a la integridad moral, sino en el sentido genérico de la integridad como un todo.

Una vez que se transita por el camino del perdón, también se abre la realidad del no-perdón. Creo que el tema amerita una reconsideración y una re-evaluación de la ideas previas. Creo que el perdón que se manifiesta como un proceso automático es un programa instaurado por el Cristianismo. Está también la cuestión de cómo pueden los estudiantes realmente perdonarse unos a otros cuando toda acción y su correspondiente reacción no son más que parte de una lección.

No promuevo la actitud de guardar rencores al decir esto.

El verdadero perdón implica la cancelación de la debilidad que originó la falta en la otra persona, es decir, el reconocimiento por parte del que perdona de que ha sido eliminada la posibilidad de subsecuente daño.

Desde un punto de vista mundano, el perdón puede ser visto como un juicio (de la misma manera que se emite un juicio con la negativa a conceder el perdón). No garantiza que ha sido debidamente encarada y resuelta la debilidad subyacente en la persona perdonada. Además implica el envío de una señal para el perdonado de parte de quien perdona indicando que este último ha resuelto su propia lección, ante lo que sólo cabe preguntar si en verdad estamos los seres humanos calificados para hacer esto.

De manera similar, me parece que cuando se es tolerante con las debilidades de las otras personas sobre la base de que las otras cualidades positivas “contrarrestan estas debilidades”, estamos tácitamente pasándolo por alto, además de que cerramos la puerta a la posibilidad de recibir información adicional de parte de nuestros verdaderos amigos acerca de nuestros propios aspectos más inconscientes. Dentro de este escenario hay otro aspecto integral: la habilidad y los medios a través de los que se pueden realizar correcciones y mejoras efectivas. Y por supuesto, cada miembro tendría el derecho y la responsabilidad de mantener su propia integridad. Cualquier organización está propensa a la contaminación, y sólo puede ser considerada tan fuerte como lo sea el eslabón más débil de la cadena.

Por lo tanto, los individuos dentro del grupo tendrían que ser realmente responsables como individuos por su participación dentro del grupo. Cada uno de nosotros tiene puntos débiles a través de los que podemos ser manipulados y utilizados, de la misma manera que los puntos débiles en otras personas pueden ser utilizados para causarnos daño. La cuestión es, ¿hasta qué punto estoy dispuesto a tomar medidas para apuntalar mis propios puntos débiles y ayudar a otros a hacer lo mismo con los suyos?

¿Cuáles son nuestras debilidades y nuestras fortalezas? ¿Qué partes de nosotros estamos alimentando? ¿Cuáles son los flancos de nuestra organización que deberíamos vigilar más asiduamente? ¿Qué debemos hacer para asistirnos en el fortalecimiento mutuo y el fortalecimiento de la unidad? Pareciera que debe existir un sistema inmunológico a nivel astral, paralelo al sistema inmunológico físico. Si es así, yo esperaría que la integridad fuera un reflejo directo de la salud de ese sistema. Es el conocimiento el que protege, no la capacidad de perdonar.

No existen garantías de que uno no vaya a ser atacado, pero uno puede minimizar la duración y la severidad del ataque, así como los efectos adversos, conforme uno avanza en la vida. El “Perdón” podría resultar ser un aislante que nos separa del acceso al conocimiento… Sé que yo mismo he barrido certeras impresiones originales bajo la alfombra del perdón sólo para tener que lamentarlo más tarde.

(En términos de la filosofía del “Perdón, el Amor y la Luz”) la parte perdonada siente ahora que ya no es responsable, y si la cosa termina allí, sin mayor inspección posterior, cabe la posibilidad de que utilice la tolerancia para seguir alimentándose en el futuro. En la medida en que la víctima del ataque recurra a la simple fórmula de “voltear la otra mejilla”, será identificada para posteriores ataques que se podrían prolongar mientras su reserva de energía pueda ser exprimida.

Por otro lado, si tanto el atacante como el atacado pueden de una manera honesta y abierta examinar la mecánica del ataque, y se muestran dispuestos a reparar las brechas en la integridad de la relación, hay aquí una posibilidad de incrementar la fortaleza, es decir, de revertir las consecuencias de tratar con un “pinche tirano”.

(En cualquier relación en la que tengan lugar ataques de algún tipo) cuando la persona que es utilizada es capaz de observar y caer en cuenta de lo que sucede, sin recurrir a juicios morales o reproche de culpas, existe una esperanza. Pero no hay garantías… uno también debe ser capaz de comprometerse a llegar a conocer las propias limitaciones, a estar siempre listo para sobrellevar nuevas y más recias modalidades de ataque y traición provenientes de la contraparte más débil, además de asumir parte de la responsabilidad por la evolución y el crecimiento de la otra persona, aun si la siguiente acción más recomendable es la de romper el contacto por el bien de la propia cordura y con vistas a no entorpecer la lección de la otra persona“.

Otra amiga dio una buena analogía de lo que se describe arriba:

Todos tenemos nuestra “armadura” espiritual, nuestro escudo y nuestra espada. Me veo a mí mismo como parte de una línea de defensa. El guerrero que se encuentra junto a mi debe estar igualmente pertrechado; yo no puedo quitarme la coraza y dársela al guerrero de al lado sólo porque él o ella olvidaron traer la propia; eso incrementaría mis probabilidades de ser atravesado por una lanza. Tampoco puede uno entrar en batalla teniendo al lado a un guerrero que no se preocupó por prepararse de manera adecuada y que nada más se levantó un día y decidió ponerse una armadura.

En otras palabras, uno debe estar en igualdad de condiciones (con respecto a aquéllos con los cuales uno se encuentra estrechamente relacionado).

Pero, al igual que un guerrero, uno no deja a los heridos atrás, y si observa que los compañeros están siendo atacados por varios costados, uno arremete en su ayuda blandiendo fuertemente la espada. Son los camaradas de uno, y en época de batalla están más cerca que los mismos familiares.

Esto me recuerda algo que leí en alguno de los libros de Carlos Castaneda. Don Juan dijo: ‘Un guerrero pierde compasión porque ya no siente más lástima de sí mismo’. Esto es cierto en muchas maneras. Yo considero el perdón más bien como una forma de ‘dejar que las cosas fluyan’, sabiendo que algunas cosas deben suceder para que pueda tener lugar una lección; cada quien tiene su papel a desempeñar dentro del drama.

Y ése es el punto: cada quien tiene su papel a desempeñar dentro del marco de las lecciones que todos estamos aprendiendo. Y podemos utilizar estas lecciones para ser cada vez mejores en lo que hacemos y somos, o bien podemos retirarnos dentro del capullo de nuestras propias creencias, cerrando los ojos a la maravilla del universo y su gran Drama Cósmico.

Sí, en un sentido muy real todos somos uno, pero parece que estamos bajo el mandato de descubrir nuestras verdaderas opciones, de ELEGIR nuestro papel, interpretarlo hasta la última letra, y hacer el mejor esfuerzo para que el teatro se caiga en aplausos y se lancen cascadas de flores cuando finalmente descienda el telón.

Cuando se acabe la obra y todos nos encontremos tras bambalinas, podremos estrecharnos las manos y felicitarnos mutuamente por una actuación encomiable, pero eso tendrá lugar en un nivel diferente. Parece que aún deben tener lugar más actos en esta obra, antes de que podamos llegar a la séptima densidad. Y si no desempeñamos bien nuestra parte, bien puede ser que se nos “saque de la obra” y se nos recicle como un extra más. Estamos a mitad de la obra y no podemos convertirnos en dramaturgos o directores hasta que no probemos que podemos actuar. Y esta “actuación” parece involucrar elecciones y comportamientos muy particulares si queremos que la obra sea un “éxito”.

Así que, retornando a los conceptos prácticos dentro del drama cósmico: bien podemos haber “sobrevivido” a una situación particularmente difícil y haber aprendido una lección particularmente importante, pero es iluso creer que ese es el fin de las cosas. Cualquiera que haya sido la persona o cosa que me quería muerta, es seguro que no habría desistido de cumplir su cometido. Yo estaba a punto de aprender que cuando uno bloquea un embate proveniente de una dirección, la resolución del atacante le hace buscar un nuevo flanco de ataque. Y en algunas ocasiones, ¡la vía más certera de ataque es la propia mente!


[1] La Asociación para Investigación e Iluminación, Inc., por sus siglas en inglés. Es una fundación asociada con los escritos de Edgar Cayce (1877-1945), que es considerado el psíquico más documentado del siglo XX. Las oficinas centrales de A.R.E. se encuentran en Virginia Beach, Virginia

[2] Vea Gracia Asombrosa

[3] Un seudónimo

[4] Estoy usando seudónimos en su mayoría para proteger la privacidad de los individuos involucrados, pero estoy siendo algo creativa para preservar las “relaciones de los nombres” que fueron parte de la serie de sincronicidades.

[5] En las religiones Indias Americanas y Neo-Paganas se quema salvia para “limpiar” el área de energías desagradables o divergentes. Esto se puede hacer tanto en lugares cerrados, como en cuartos o en lugares abiertos, o de manera alternativa en el cuerpo de una persona, creando esencialmente un “lugar sagrado.”